En mayo, el Fondo Monetario Internacional y los ministros de Finanzas de la zona del euro anunciaron un gigantesco paquete de ayuda para Grecia con el fin de evitar un incumplimiento e impedir que la crisis se propagara a otros países. En ese entonces, el inversionista estadounidense George Soros dijo que Grecia aún enfrentaba los peligros de la “espiral de la muerte”, porque el costo de endeudamiento implícito en dicho paquete era absolutamente prohibitivo.
Robert J. Samuelson, influyente columnista norteamericano, fue más allá: la debacle no es otra cosa que la “espiral de la muerte” del Estado de Bienestar, sostuvo, y este no es sólo un problema de Grecia. Muchas naciones desarrolladas corren el riesgo de seguir a los griegos en la ruina financiera al ofrecerle a sus poblaciones enormes beneficios de salud y de jubilación, sin tener los medios para pagarlos.
Europa no está experimentando una crisis cambiaria, sino que una crisis generada por sobreendeudamiento, gobiernos grandes y pobre crecimiento económico. Cuando se introdujo el euro en el año 2002, se suponía que la moneda única iba a ser un facilitador del crecimiento económico y que promovería una mayor unidad política. Esto no ha ocurrido. El crecimiento económico en la zona del euro promedió un 2,1% entre 1992 y el 2001, mientras que entre el 2002 y el 2008 fue del 1,7%. Un obstáculo para el crecimiento han sido los altos impuestos, las regulaciones excesivas y los subsidios generosos.
En lo político, el euro está ahora dividiendo a los europeos. El mayor peligro actual es la inclinación de algunos políticos a culpar a los especuladores de sus problemas en lugar de aceptar que estos se deben a un excesivo endeudamiento. La mayoría de los países europeos tienen elevados déficits fiscales, que se han agravado desde el 2009 debido a la crisis económica global. El año pasado, el déficit fiscal de Grecia fue del 13,6% del producto interno bruto y su deuda total fue equivalente al 115,1% del PIB.
Pero según cálculos de Jagadeesh Gokhale, economista del Cato Institute, el desbarajuste fiscal de Grecia es muchísimo más serio, tanto así que su deuda equivale al 875% del PIB, cuando se la mide como el valor presente de todos los compromisos fiscales futuros que se han asumido en previsión y salud.
Lo que empeora las cosas son las tempranas edades de jubilación en estos países y el envejecimiento actual de sus poblaciones, unido a una cada vez mayor expectativa de vida. Grecia es casi el caso más extremo en la región en lo que respecta a la edad de retiro, con una edad oficial de jubilación de 58 años, en segundo lugar tras Italia, cuya edad de jubilación es de 57 años.
Sin embargo, los planes de austeridad que están tratando de implementar los gobiernos europeos para detener sus hemorragias financieras no son un sustituto para las políticas pro-crecimiento. Si Europa aprovecha esta crisis para mejorar su competitividad y le “pone riendas” al Estado de Bienestar, podrá sacar provecho de un enorme mercado único, una moneda estable y una baja inflación.
Chile debe tomar dos lecciones de la situación griega. Primero, dado que el crecimiento mundial no está para nada garantizado, debemos moderar el nivel de gastos del sector público y preocuparnos de recuperar los niveles de productividad que tuvimos a fines de la década de los 80 y comienzos de los años 90. Esto nos permitirá lograr niveles elevados de crecimiento y empleo necesarios para asegurar un avance estable con miras a alcanzar el estatus de país desarrollado.
Y en segundo lugar, la sólida situación fiscal y baja deuda pública de Chile no es algo que también esté garantizado hacia el futuro. Frente a la presión siempre ilimitada de aumentar los beneficios sociales, Chile debe actuar con cautela y no caer en los excesos del Estado de Bienestar que están llevando a muchos países, incluido Grecia, a un abismo financiero. Hay que equilibrar la protección social de los más necesitados con ciertos requerimientos y lograr un compromiso para que sean ellos los propios agentes del cambio en su bienestar futuro. Esto es pasar de un Estado de Bienestar a una Sociedad de Emprendimiento.
Ricardo Matte es Director del Programa Económico de Libertad y Desarrollo, centro de estudios que tiene su sede en Santiago
Nota: Esta columna se publicó por primera vez en el diario La Tercera el 5 de junio de 2010.
In May, the International Monetary Fund and Euro-zone finance ministers approved an unprecedented US$ 146 billion rescue package for Greece to prevent a default and stop the crisis from spreading to other countries. At that time, the American businessman George Soros said Greece was still in danger of going into “a death spiral,” because the cost of taking on more debt was prohibitively expensive.
Robert J. Samuelson, the influential American columnist, went further; the debacle is nothing less than the “death spiral of the welfare state,” he said, and this is not just a problem for Greece. Many developed countries run the risk of following the Greeks into financial ruin by offering huge health and retirement benefits for their populations without the means to pay for them.
Europe is not undergoing an exchange rate crisis, but rather a crisis caused by huge debt, big government, and slow economic growth. When the euro was introduced in 2002, the new common currency was supposed to facilitate economic growth and promote greater political unity. This didn’t happen. Economic growth in the Euro-zone averaged 2.1% between 1992 and 2001, and 1.7% between 2002 and 2008, held back by high taxes, overregulation and generous subsidies.
In the political arena, the euro is dividing Europeans. The greatest danger is the tendency of some politicians to blame speculators for their problems instead of accepting their problems are due to excessive indebtedness. The majority of European countries run high fiscal deficits, which have grown since 2009 due to the global economic crisis. Last year, Greece’s fiscal deficit was 13.6% of Gross Domestic Product and its total debt equivalent to 115.1% of GDP.
But according to calculations by Jagadeesh Gokhale, an economist at the Cato Institute, Greece’s fiscal mess is much more serious, so much so in fact that its debt is 875% of GDP when measured as the present value of all future fiscal obligations in pensions and health.
Making things worse is the early retirement age in European countries and an aging population combined with higher life expectancy. Greece is nearly the most extreme case in the region with an official retirement age of 58, second youngest only to Italy with 57.
However, the fiscal austerity plans that European governments are trying to implement to stop the financial hemorrhaging are not a substitute for pro-growth economic policies. If Europe takes advantage of this crisis to improve its competitiveness and rein in the welfare state, it could realize the benefits of a huge common market, stable currency and low inflation.
Chile should take away two lessons from the Greece situation. First, given that world growth is by no means guaranteed, we should moderate our level of public sector spending and focus on recovering the levels of productivity we had in the late 1980s and early 1990s. This will allow us to obtain the high levels of growth and employment needed to ensure steady progress towards achieving developed country status.
Secondly, Chile’s solid fiscal situation and low public debt should not be taken for granted. Faced with the constant pressure to increase social spending, Chile should act cautiously and not fall into the excesses of the welfare state that are dragging many countries, including Greece, into the financial abyss. Social protection for the most needy must be balanced with certain requirements, and the assurance that they will become their own agents of change in their future welfare. That is, to go from a Welfare State to a Society of Entrepreneurship.
Ricardo Matte is Director of the Economic Program at the Santiago think-tank Libertad y Desarrollo.
Note: This column was first published in La Tercera newspaper on June 5, 2010.