“Dos granos de uva encontrados con trazas de cianuro han decantado en una amplia alarma internacional sobre la fruta, la que amenaza con envenenar las relaciones entre Estados Unidos y Chile” Sun Sentinel, 17 de marzo de 1989.
Muchos de ustedes recordarán este incidente en Filadelfia que nunca se “resolvió” y que en definitiva costó a los exportadores chilenos millones de dólares. Es fácil propagar el pánico; solo inténtelo gritando “¡Elba Lazo!” en un aeropuerto...
A fines de enero del 2010, fui al aeropuerto de Santiago, también conocido como “Aeropuerto International Comodoro Arturo Merino Benítez”, para recibir a mi hermana y mi cuñado en su vuelo internacional.
El terminal estaba repleto, pero logré encontrar casi un metro cuadrado donde colocarme y estudié la pantalla de arribos. El vuelo había aterrizado a tiempo, eso -de hecho- eran buenas noticias. Para evitar el dolor de cuello y los penetrantes olores de gente demasiado emocionada, me fui al segundo piso que tiene vista a la sala de arribos. Para mi felicidad vi a Felicia y Emil esperando sus maletas en la huincha. Nos vimos, sonreímos, saludamos con las manos y nos tiramos besos. ¡Me sentía eufórico!
Volví al caos del Área de Recepción Internacional y me quedé con la vista fija en dos monitores de TV que mostraban a pasajeros dejando el área de aduanas y abriéndose paso para entrar a Chile. Esperé un largo rato. Llegaron otros vuelos y desparramaron a sus pasajeros en el Área de Recepción. ¿Dónde estaban Felicia y Emil?
Finalmente, Felicia apareció y parecía feliz de verme, aunque al mismo tiempo perturbada. Abracé a mi hermana. Me dijo que el bolso con sus palos de golf y equipo de pesca no había llegado y que esto necesitaba una larga espera para “registrar” el extravío. La mandé de vuelta a asegurarse de que la aerolínea (nuestro propio amado orgullo de Chile...) tenía los números de teléfono y la dirección correctos.
Volvió aún más descolocada. ¡¡Emil había sido arrestado!! Después de haber sacado sus maletas, menos una claro, había pasado por aduana y le preguntaron si una mochila era de él. Así era. ¿Podía explicar por qué había cinco uvas (y dos mandarinas) al fondo?
“Ah, no se preocupe por eso; quédeselas. En realidad, ¡no las necesito!”
¡Ja! Eso no se iba a resolver fácilmente.
Emil fue llevado a un área separada, donde se sentó con otros contrabandistas de gran reputación: todos extranjeros, la mayoría ancianos con andadores, bastones y todos confundidos. Una señora muy viejita se aferraba patéticamente a los restos de un sándwich de jamón que rompía las reglas.
Emil, quien a sus 77 años está en extrema buena forma, ¡se sentía fuera de su grupo etáreo!
Felicia estaba furiosa; en especial porque les había dicho lo que no podían traer a Chile y ella se lo había recordado a Emil. Lo dejó en manos de las autoridades y volvió hasta donde estaba yo. Uno siempre está cansado después de un vuelo largo y el estrés adicional de perder una maleta y luego tener al marido arrestado era casi más que lo podría soportar.
Conversamos y mantuvimos la calma por casi una hora hasta que finalmente Emil pasó lentamente a través de las puertas eléctricas para unirse a nosotros. Él sonreía radiantemente; Felicia ¡no!
Emil nos dijo que había sido “investigado, acusado, citado, hallado culpable, multado y luego perdonado”. Nos dijo que el procedimiento había sido formal y exhaustivo, pero que no había entendido ¡ni una sola palabra! Había firmado donde le habían pedido y fue “liberado” junto con una copia de los “papeles de procedimiento”.
Algunos hechos:
· La multa: 112.929 pesos (3 UTM o US$236)
· El Producto: Dos mandarinas que pesaban 0,135 kg y un pequeño puñado de uvas de 0,130 kg. Estas fueron descartadas para incineración.
· La Documentación: Acusación y Citación; la Evidencia; el Acto de Destrucción y finalmente el Resumen del Caso, que incluía la maravillosa frase: “Absuélvase, por esta única vez...”.
Una vez que nos abrazamos y oímos un breve recuento de los hechos, partimos hacia la relativa seguridad de mi auto. Emil en realidad estaba bastante entretenido; finalmente, y sin ningún tipo de esfuerzo, ¡tenía un registro delictual! Sin embargo, también estaba muy impresionado. Si bien no entendió nada, dijo que el sistema funcionada y que Chile debía proteger sus fronteras de tontos como él.
Emil y Felicia volverán a Chile el próximo año. Felicia tiene órdenes de revisar cada una de las maletas de Emil y “revisarlo desnudo” antes de salir de casa.
Sigo, fastidiosamente consciente de los riesgos que implica desafiar las normas del Servicio Agrícola y Ganadero
de Chile (SAG).
Santiago Eneldo.
“Two grapes found to contain traces of cyanide have fermented into a spreading international fruit scare that threatens to poison relations between the United States and Chile.” Sun Sentinel, March 17, 1989.
Many of you will remember this incident in Philadelphia which was never “resolved” and ultimately cost Chilean exporters millions of dollars. It is easy to spread panic; just try shouting “Hi, Jack!” in an airport...
In late January 2010 I went to the Santiago Airport, also known as the “Comodoro Arturo Merino Benítez International Airport”, to greet my sister and brother-in-law off their international flight.
The terminal was overcrowded but I was able to find one square foot to stand on and studied the Arrivals board. The flight had landed on time – this was indeed good news. To avoid neck strain and the pungent odour of overexcited people, I headed to the second floor which has a view of the Arrivals lounge. To my delight I saw Felicia and Emil waiting by the carousel for their bags. We made eye contact; smiles, waves and blown kisses were exchanged. I felt elated!
I returned to the chaos of the International Reception Area and stood with eyes fixed on two TV monitors showing passengers leaving the customs area and squeezing their way into Chile. I waited a long time. Other flights arrived and spilled their passengers into the Reception Area. Where were Felicia and Emil?
Finally, Felicia appeared looking pleased to see me but at the same time distraught. I hugged my sister. She told me the bag with their golf clubs and fishing gear had not arrived and this required a long wait to “register” the loss.
I sent her back to ensure the airline (our own beloved, pride of Chile...) had the correct address and telephone numbers.
She returned even more distraught. Emil had been arrested!! Having collected their bags, less one of course, they had gone through customs and Emil was asked if a certain backpack was his. It was. Could he explain the five grapes (and two mandarins) in the bottom?
“Oh, don’t worry about those; keep them – I don’t need them, really!”
Ha! This was not to be so easily resolved.
Emil was taken to a segregated area where he sat with other smugglers of great repute – all foreigners, mostly geriatric with zimmer frames, sticks and coke bottle glasses and all looking dumbfounded. One very elderly lady clutched pathetically at the remains of an “offending” ham sandwich. Emil, who is an extremely fit 77, felt out of his age group!
Felicia was furious; especially so because I had told them what they could not bring into Chile and she had reminded Emil. She left him in the hands of the authorities and returned to me. You are always tired after a long flight and the added stress of losing one bag and then having your husband arrested was almost more than she could bear.
We chatted and remained calm for almost an hour until finally Emil sauntered through the electronic doors to join us. He smiled radiantly; Felicia did not!
Emil told us he had been “investigated, accused, cited, found guilty, fined and then forgiven”. He told us the procedure had been formal and thorough but that he had not understood a word! He had signed where requested and was “released” together with a copy of the “procedural papers”.
Some facts:
· The Fine: 112,929 pesos (3 UTM or US$236)
· The Produce: Two mandarins weighing in at 0.135 kgs and one small bunch of grapes at 0.130 kgs. These were dispatched for incineration.
· The Documentation: Accusation and Citation; the Evidence; the Act of Destruction and finally the Summary of the Case including the wonderful phrase: “Absuélvase, por esta única vez....” Forgiven, this one time...
Once we had hugged and listened to a brief account of events we headed for the relative safety of my car. Emil was really quite amused; finally, and with no effort whatsoever, he had a criminal record! However, he was also very impressed. While not understanding anything, he said the system worked and Chile must protect its borders from fools like himself.
Emil and Felicia are returning to Chile next year. Felicia has orders to go through all his bags and to “strip search” him before leaving home.
I remain, fastidiously aware of the risks of defying SAG (Chile’s Agriculture and Livestock Service) rules.
Santiago Eneldo.