Las Exportaciones Invisibles de ChileChile’s Invisible Exports

01 Abril 2008

Las exportaciones de servicios de Chile, si bien aún son pequeñas en comparación con los ingresos que entran a raudales por las exportaciones de bienes, están creciendo a un ritmo bueno. Según el Banco Central de Chile, se han duplicado en los últimos seis años, pasando de los US$4.400 millones registrados en el 2002 a US$8.800 millones en el 2007.


Difícilmente sorprenda, tomando al creciente comercio de bienes de Chile, que el transporte corresponda a más de la mitad de esas exportaciones. De hecho, en el 2007, las navieras chilenas por sí solas anotaron US$3.200 millones en ingresos y, dado que más y más chilenos están viajando al extranjero, el transporte aéreo de pasajeros correspondió otros US$717 millones, mientras que los turistas que ingresaron al país aportaron US$1.400 millones.


Pero, aún si se excluyen estos sectores de rápido crecimiento, las exportaciones de servicios se han estado expandiendo a una tasa del 7% anual en la última década, y de un 10% en el caso de los servicios empresariales, señala Joaquín Piña, secretario técnico de la Coalición de Exportadores de Servicios (CES), entidad formada en 1997 por distintas asociaciones industriales con el fin de promover el comercio de servicios.


Y, si se incluyen los servicios de filiales de empresas chilenas en el extranjero, la cifra total bordea los US$14.000 millones, o cerca de un quinto del valor de las exportaciones de bienes de Chile, estima Piña. “Tradicionalmente hemos exportado bienes, en su mayoría productos primarios como cobre, y el desarrollo de las exportaciones de servicio es una verdadera revolución”, afirma.


Sin embargo, medir el intercambio comercial de servicios, dejando de lado su facilitación, es mucho más complejo que en el caso de los bienes. Después de todo, a menudo se hace referencia a los servicios como exportaciones “invisibles” y la definición de qué constituye un servicio puede ser vaga.


En teoría, cualquier servicio vendido a un comprador extranjero por un profesional o una empresa chilena es una exportación. Además de los ítems que se pueden reconocer más fácilmente tales como el transporte, esto puede incluir ítems tan diversos como diseño de ingeniería, seguros, software y tecnologías de la información, investigación de mercado, inversión y externalización de procesos empresariales.


El problema se complica aún más por las distintas opiniones respecto de si un ítem es o no un servicio; los software, por ejemplo, se contabilizan como un bien en algunos países y como un servicio en otros. Y tampoco ayuda que muchos servicios se exporten a través de Internet o por correo electrónico, lo que hace que recabar la información sea todavía más complicado.


Como resultado de ello, en parte, es poco lo que se sabe realmente en detalle de las exportaciones de servicios en Chile y, de hecho, existe la percepción generalizada de que las cifras que entrega el Banco Central subestiman significativamente el crecimiento y la actividad del sector. Ésa es una razón por la que el Gobierno no ha dado al sector de servicios la prioridad que se merece, afirma Piña.


“Como país recién estamos comenzando a pensar en términos de exportación de servicios; es algo muy nuevo”, sostiene Ana Novik, jefa del Departamento de Servicios, Inversiones y Transporte Aéreo de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon) del Ministerio de Relaciones Exteriores. “Realmente no sabemos cuántos servicios estamos exportando y éste es un enorme problema”, admite.


Pero eso debiera cambiar cuando dentro de poco se publiquen los resultados de un nuevo estudio financiado con fondos públicos. En cooperación con ProChile, la agencia gubernamental de promoción de las exportaciones, y el Banco Central de Chile, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) encuestó a 3.100 empresas a nivel nacional y, aprovechando un ofrecimiento de Estados Unidos para compartir su experiencia en este campo, pronto viajará una delegación a Washington D.C. para recibir ayuda con el análisis de los resultados.


El estudio proveerá información sobre qué empresas de servicios están exportando, en qué sectores y a qué mercados. Piña está optimista en cuanto a que “una vez que el Gobierno vea los resultados del estudio, se dará cuenta de cuán dinámico es el sector y le dará más prioridad”.


Abriendo Fronteras


Los Tratados de Libre Comercio (TLC) que Chile ha suscrito durante los últimos 15 años han ayudado a abrir nuevos mercados para su sector de servicios. No obstante, no han conseguido tanto como en el sector de bienes.


La mayoría de los TLC incluyen capítulos sobre servicios, pero éstos a menudo se negocian con posterioridad y, debido a que están lejos de ser integrales, usualmente son sólo un primer paso hacia la apertura de los mercados para el intercambio comercial de servicios, afirma Novik. Los exportadores de servicio tal como sus contrapartes de bienes también darían la bienvenida a más tratados que eviten la doble tributación incluyendo -fundamentalmente- a Estados Unidos, afirman.


Como se destaca en un artículo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la página 24 de esta revista, liberalizar los servicios es visto cada vez más como un desafío clave en la tarea más amplia de reducir el costo del comercio internacional de bienes. Por cierto, algunos países están más dispuestos a abrir sus mercados que otros. Los TLC de Chile con Canadá y Estados Unidos abrieron la mayor parte de los mercados de servicios, pero los países asiáticos, como China y Malasia, prefieren un modelo que implica la apertura de sólo algunos sectores específicos de servicio, señala Novik.


Tras su acuerdo sobre el comercio de bienes que entró en vigencia en octubre del 2006, Chile y China completaron recientemente la negociación de un acuerdo hermano sobre el comercio de servicios. En el 2007, China correspondió a menos de un 1% de las exportaciones de servicio de Chile, pero es visto como una posible puerta de entrada al mercado de servicios de Asia.


En tanto, según el Servicio Nacional de Aduanas, América Latina -liderada por Argentina y Perú- sigue siendo el principal destino para las exportaciones de servicios de Chile, correspondiendo al 60% del total, seguido por Estados Unidos con un 17%.


Esta concentración en Latinoamérica es una consecuencia lógica de compartir el mismo lenguaje y una cultura similar. Pero, según Piña, también refleja una falta de competitividad en otros mercados.


En la actualidad, América Latina corresponde a menos del 5% del comercio mundial de servicios, pero esto podría cambiar tras la creación en febrero de la Asociación Latinoamericana de Exportadores de Servicios (ALES) en Guatemala. Asociaciones del sector privado de 15 países, incluido Chile, suscribieron el acuerdo diseñado para “generar sinergias entre empresas” y mejorar la competitividad internacional de las exportaciones de servicios, señala Piña.


Esta nueva oportunidad para formar empresas de riesgo compartido debiera incrementar la competitividad de las empresas chilenas, sugiere. El sector de tecnologías de la información, por ejemplo, está creciendo en Chile, Argentina, Brasil y Uruguay, pero las empresas podrían tener más éxito en mercados como Norteamérica si trabajan en conjunto, argumenta.


No obstante, de vuelta en casa, también hay trabajo por hacer. Constantemente, Chile figura entre los mejores países de la región para hacer negocios, pero el Gobierno falla en lo que respecta a los exportadores de servicios, sugiere Novik. “No hay muchos incentivos para las exportaciones de servicios y no alentamos las exportaciones de servicios como una política”, admite.


Los exportadores, sobre todo, quisieran ver un marco regulador más claro, que reduzca la incertidumbre y confusión que es un peligro particularmente costoso para las empresas más pequeñas, sostienen. Parte del problema -que está lejos de ser exclusivo de Chile- es que no hay una sola institución a cargo de regular y promover los servicios.


“Aduanas, el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Cámara de Comercio de Santiago y ProChile, todos están haciendo distintas cosas y necesitamos trabajar juntos en esta área”, insta Novik.


Sin embargo, el Gobierno ha escuchado las demandas de los exportadores del sector de tecnologías de la información. Ha tomado medidas para ayudarlos reduciendo los impuestos a licencias importadas de software y permitiéndoles recuperar parte de su inversión en Investigación y Desarrollo. Pero podría hacer más, comenta Raúl Ciudad, presidente de la Asociación Chilena de Empresas de Tecnología de Información (ACTI).


La industria exportó US$250 millones en servicios a Norteamérica, Europa y Latinoamérica en el 2007, un alza frente a los US$170 millones del 2006, y tiene potencial para crecer a US$1.000 millones hacia el 2010, dice Ciudad. No obstante, para llegar a esa meta es necesario que el Gobierno ayude reduciendo aún más los impuestos, mejorando la protección a la propiedad intelectual y ofreciendo a las empresas chilenas los mismos incentivos que entrega a las compañías extranjeras, señala.


En el sector de la construcción, Chile es reconocido por sus calificados ingenieros, que han diseñado estructuras en Perú, España y Estados Unidos. No obstante, el Gobierno podría hacer más para simplificarles la vida, comenta Diego Varas, presidente de la Comisión de exportación, servicios y productos de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC).


“El Gobierno debiera promover la exportación de servicios como una política, dándole la importancia que merece, en especial si se considera nuestra desventaja geográfica”, sostiene. Por ejemplo, incorporar el reconocimiento de las calificaciones de profesionales chilenos a los acuerdos comerciales ayudaría a los exportadores a evitar problemas con las visas de trabajo en países extranjeros, afirma.


Competir de Manera Exitosa


El Offshoring -actividad mediante la cual las empresas, usando Internet, externalizan sus operaciones a países en desarrollo para aprovechar sus menores costos- está incrementando parte del comercio mundial en materia de servicios. India y China son los principales destinos en el mundo para actividades de offshoring, pero las empresa de servicios financieros y tecnológicos también están mirando cada vez más hacia América Latina.


Un estudio sobre el atractivo de 50 ubicaciones distintas para offshoring alrededor del mundo, publicado por la consultora estadounidense A.T. Kearney en el 2007, concluyó que los países latinoamericanos han logrado los mayores avances en competitividad si se les compara con el 2006. En el Global Services Location Index [Índice Global de Ubicaciones de Servicios], Brasil subió al quinto lugar, Chile al séptimo y México al décimo.


“Los Gobiernos en la región han comenzado a reconocer el potencial del sector de servicios de exportación”, destacó el estudio. Y, si bien se ubica debajo de Brasil en la categoría de “habilidades y disponibilidad de gente”, se identificó a Chile como el país que ofrece el mejor ambiente para hacer negocios y la mejor estructura tributaria de la región.


En una apuesta por atraer empresas de offshoring, se creó en noviembre un consejo de carácter público privado para promover el desarrollo de la industria. Además, la Corporación de Fomento (CORFO) de Chile invertirá US$13 millones en este campo en el 2008, incluidos US$3 millones para enseñar inglés a 1.000 trabajadores.


Una empresa que ha aprovechado los incentivos disponibles es Evalueserve, firma india de externalización de procesos de conocimiento (KPO, por su sigla en inglés) que provee servicios de investigación y análisis a clientes en Norteamérica y Europa desde oficinas en China e India, y que ahora también entrega estos servicios desde la ciudad portuaria de Valparaíso en Chile, donde a mediados del 2007 instaló su centro latinoamericano.


La lejanía geográfica de Chile es irrelevante gracias a Internet y, el estar en la misma zona horaria de Nueva York permite que la compañía entregue soporte a sus clientes durante las 24 horas del día, señala el gerente país Mohit Srivastava. “Chile es atractivo debido a su estabilidad y buen clima para hacer negocios”, destaca.


También ayuda que CORFO haya entregado a Evalueserve arriendos de oficinas subsidiados y capacitación para sus trabajadores, añade Srivastava, quien predice que Chile corresponderá al 10% de los ingresos mundiales de la empresa para el 2010.


Si bien los salarios en Chile están creciendo, siguen siendo menores a los de Estados Unidos y cada año las universidades del país sacan al mercado una gran cantidad de posibles candidatos para que sean contratados por empresas como Evalueserve. Sin embargo, según Srivastava, se requiere más capacitación de posgrado.


Los graduados chilenos por lo general carecen de exposición a los mercados financieros internacionales y las herramientas de inversión, comenta, y Evalueserve ha tenido que importar gerentes con experiencia desde Estados Unidos., Europa o Asia. Las universidades locales podrían ayudar en esta materia introduciendo más programas de postgrado en colaboración con las universidades internacionales, sugiere.


Complican aún más las cosas las restricciones impuestas a la cantidad de empleados extranjeros que puede tener una empresa en Chile. “Levantar estas restricciones haría que Chile fuera más atractivo como destino para la inversión extranjera y generaría un efecto dominó en otros sectores tales como vivienda y venta minorista”, argumenta Srivastava.


Y, luego, está el ingles. Si bien esto está mejorando, la dificultad para contratar personal calificado que sea competente en inglés sigue siendo un importante cuello de botella para posibles inversionistas de offshoring.


Y no sólo se necesita inglés. “Si pudiéramos preparar una buena cantidad de profesionales que hablen mandarín, quizás podríamos hacer algo, pero lo veo difícil, aunque no imposible”, sugiere Raúl Ciudad de la ACTI.


Otra área para realizar mejoras, según las empresas, es la regulación laboral. Por definición, las empresas de offshoring necesitan trabajar con horarios flexibles. “Es necesario que las regulaciones se sintonicen con las necesidades de las empresas de servicio, con leyes más flexibles que permitan la existencia de distintos tipos de contrato”, argumenta Srivastava.


Y, luego también, está la apreciación del peso frente al dólar. La debilidad del dólar, por cierto, afecta a todos los países exportadores, pero el peso se ha apreciado más en el 2008 que la mayoría de las demás divisas del mundo, y el desafío para el sector de servicios de Chile radica en seguir siendo competitivo pese a los menores ingresos en pesos.


“En los próximos meses, [la debilidad del dólar] de seguro generará una mayor dificultad de las empresas chilenas para competir contra India, México y otros países europeos como Estonia, por los mayores costos en dólares (más dólares de costo por cada hora hombre de servicio)”, prevé Ciudad.


Esto también es una advertencia de que, si bien la economía abierta de Chile, el positivo clima de negocios y los salarios aún competitivos han creado un entorno atractivo para los exportadores de servicios, otros países también tienen estas ventajas y Chile no puede darse el lujo de dormirse en los laureles. De lo contrario, no sólo se quedará atrás respecto de otros países en lo que a atraer nuevos inversionistas se refiere, sino que también podría enfrentar la pérdida de empresas como Evalueserve a manos de mejores climas, llevándose consigo puestos de trabajo y conocimiento técnico.


En el panorama más amplio, la capacidad de Chile para establecerse como una plataforma para servicios podría determinar si sigue el camino de exitosas economías basadas en servicios o sigue dependiendo de las exportaciones de bienes básicos. “Chile es mejor que la mayoría de los países de América Latina, pero ¿podría ser mejor? De todas maneras”, concluye Srivastava.


Julian Dowling trabaja como periodista freelance en Santiago.



As it seeks to diversify out of dependence on natural resources, Chile offers service companies the advantages of stability, competitive labor costs and modern communications infrastructure. So why isn’t it a regional services platform?

Chile’s exports of services, although still small compared to the revenues rolling in from exports of goods, are growing nicely. According to the Central Bank, they have doubled over the past six years from US$4.4 billion in 2002 to US$8.8 billion in 2007.

It is hardly surprising, in view of Chile’s booming trade in goods, that transport accounts for over half of those exports. Indeed, in 2007, Chile’s shipping companies alone clocked up US$3.2 billion in revenues and, with more and more Chileans traveling abroad, air passenger transport accounted for a further US$717 million while incoming tourism brought in US$1.4 billion.

But, even excluding these fast-growing sectors, service exports have been expanding by 7% annually in the last decade, and by 10% in the case of business services, says Joaquín Piña, executive secretary of the Coalition of Service Exporters (CES) formed in 1997 by different industry associations to promote trade in services.

And, if services provided by subsidiaries of Chilean companies in other countries are included, the total figure reaches closer to US$14 billion, or around a fifth of the value of Chile’s exports of goods, estimates Piña. “We have traditionally exported goods - mainly primary products like copper - and the development of service exports is a real revolution,” he says.

But measuring, let alone facilitating, trade in services is far more complex than for goods. Services are, after all, often referred to as “invisible” exports and the definition of what constitutes a service can be vague.

In theory, any service sold to a foreign buyer by a Chilean company or professional is an export. As well as the more easily recognizable items such as transport, this can include items as diverse as engineering design, insurance, software and information technology, market research, investment and business process outsourcing.

The problem is further complicated by differing opinions as to whether an item is a service or not - software, for example, is counted as a good in some countries and a service in others. And it doesn’t help that many services are exported via the Internet or e-mail, which makes collecting information even more complicated.

Partly as a result, little is really known about the detail of Chile’s service exports and, indeed, there is a widespread view that the Central Bank’s figures significantly underestimate the sector’s activity and growth. That is one reason why the government has not given the services sector the priority it deserves, says Piña.

“As a country we are just starting to think in terms of service exports, it’s very new,” says Ana Novik, head of the Services, Investment and Air Transport Department at the Foreign Ministry’s General Directorate of International Economic Relations (DIRECON). “We really don’t know how many services we’re exporting and this is a huge problem,” she admits.

But that should change when the results of a new publicly-funded study become available shortly. In cooperation with ProChile, the government’s export promotion agency, and the Central Bank, the National Statistics Institute (INE) has surveyed 3,100 companies nationally and, tapping into an offer by the U.S. to share its experience in this field, a delegation will soon travel to Washington D.C. to receive help in analyzing the results.

The study will provide information about what service companies are exporting, in which sectors, and to which markets. Piña is optimistic that “once the government sees the results of the study, it will realize how dynamic the sector is and give it more priority.”

Opening borders

The Free Trade Agreements (FTAs) that Chile has signed over the last 15 years have helped to open new markets for its services sector. However, they have not achieved as much as in the case of goods.

Most FTAs include chapters on services but these are often negotiated later and, because they are far from comprehensive, are usually only a first step towards opening markets for services trade, says Novik. Service exporters like their counterparts in goods would, they say, also welcome more double-taxation avoidance treaties including, crucially, the United States.

As pointed out in an article by the U.S. Chamber of Commerce on pg. 24 of this magazine, liberalizing services is increasingly viewed as a key challenge in the broader task of reducing the cost of international trade in goods. Of course, some countries are more willing to open their markets than others. Chile’s FTAs with Canada and the United States opened most markets for services but Asian countries, like China and Malaysia, prefer a model that means the opening of only some specific service sectors, says Novik.

Chile and China - following their agreement on trade in goods which came into force in October 2006 - have recently completed negotiation of a sister agreement on trade in services. In 2007, China accounted for less than 1% of Chile’s service exports but is seen potentially as a gateway Asia’s service market.

Meanwhile, according to the Chilean Customs Service, Latin America - led by Argentina and Peru - remains the top destination for Chile’s service exports, accounting for 60% of the total, followed by the United States with 17%.

This focus on Latin America is a logical consequence of sharing the same language and a similar culture. But, according to Piña, it also reflects a lack of competitiveness in other markets.

At present, Latin America accounts for less than 5% of world trade in services, but this could change following the creation of the Latin American Association of Service Exporters (ALES) in Guatemala in February. Private-sector associations from 15 countries, including Chile, signed the agreement designed to “generate synergies between companies” and improve the international competitiveness of service exports, says Piña.

This new opportunity to form joint ventures should increase the competitiveness of Chilean firms, he suggests. The information technology sector, for example, is growing in Chile, Argentina, Brazil and Uruguay but companies could have more success in markets like North America by working together, he argues.

But, back at home, there is also work to do. Chile consistently ranks among the best countries in the region to do business but the government is failing service exporters, suggests Novik. “There are not many incentives for service exports and we don’t encourage service exports as a policy,” she admits.

Most of all, exporters would like to see a clearer regulatory framework, reducing the uncertainty and confusion that, they say, is a particularly costly hazard for smaller companies. Part of the problem - far from unique to Chile - is that there is no single institution in charge of regulating and promoting services.

“Customs, the Foreign Ministry, the Santiago Chamber of Commerce and ProChile are all doing different things and we need to work together in this area,” urges Novik.

But the government has not been deaf to information technology exporters. It has taken measures to help them by reducing taxes on imported software licenses and allowing them to recoup some of their investment in R&D. But it could do more, says Raúl Ciudad, president of the Chilean Association of Information Technology Companies (ACTI).

The industry exported US$250 million of services to North America, Europe and Latin America in 2007, up from US$170 million in 2006, and has the potential to grow to US$1 billion by 2010, says Ciudad. But to reach that goal the government needs to help by further reducing taxes, improving intellectual property protection and offering Chilean companies the same incentives as to foreign companies, he says.

In the construction sector, Chile is known for its skilled engineers who have designed structures in Peru, Spain and the U.S. Nevertheless, the government could be doing more to make life easier for them, says Diego Varas, president of the Service Exports Commission of the Chilean Chamber of Construction (CChC).

“The government should promote the export of services as a policy, giving it the importance it deserves, especially considering our geographical disadvantage,” he maintains. For example, incorporating the recognition of Chilean professional qualifications into trade agreements would help exporters avoid problems with work visas in foreign countries, he says.

Competing successfully

Offshoring - whereby companies, using the Internet, outsource their operations to developing countries to take advantage of their lower costs - is a growing part of global trade in services. India and China are the world’s top offshoring locations but technology and financial services firms are increasingly looking to Latin America as well.

A study of the attractiveness of 50 different offshoring locations around the world, published by U.S. consulting firm A.T. Kearney in 2007, found that Latin American countries had achieved the largest gains in competitiveness as compared to 2006. In the report’s Global Services Location Index, Brazil climbed to fifth place, Chile to seventh, and Mexico to tenth.

“Governments in the region have begun to recognize the potential of the export services sector,” noted the study. And, although scoring below Brazil in the ‘people skills and availability’ category, Chile was identified as offering the region’s best business environment and tax structure.

In a bid to attract offshoring companies, a joint public-private council to promote the industry’s development was created in November. In addition, the Chilean Economic Development Agency (CORFO) will invest US$13 million in this field in 2008, including US$3 million to teach 1,000 workers English.

One company that has taken advantage of the available incentives is Evalueserve, an Indian knowledge process outsourcing (KPO) firm that provides research and analysis services to clients in North America and Europe from offices in China, India - and now Chile’s port city of Valparaíso where, in mid-2007, it installed its Latin American hub.

Chile’s geographic remoteness is irrelevant thanks to the Internet and being in the same time zone as New York allows the company to provide round-the-clock support to its clients, says country manager Mohit Srivastava. “Chile is attractive due to its stability and good investment climate,” he notes.

It also helps that CORFO has given Evalueserve subsidized office rentals and training for its workers, adds Srivastava, who predicts that Chile will account for 10% of the company’s global revenues by 2010.

Though wages are rising in Chile, they are still lower than in the U.S. and every year the country’s universities churn out a large number of potential candidates for companies like Evalueserve to hire. But, according to Srivastava, more postgraduate training is needed.

Chilean graduates generally lack exposure to international financial markets and investment tools, he says, and Evalueserve has had to import experienced managers from the U.S., Europe or Asia. Local universities could help here by introducing more postgraduate programs in collaboration with international universities, he suggests.

Further complicating matters are restrictions on the number of foreign employees a company in Chile may have. “Lifting these restrictions would make Chile a more attractive destination for foreign investment and create a ripple effect on demand in other sectors such as housing and retail,” argues Srivastava.

And, then, there is English. Although this is improving, the difficulty of hiring qualified English-proficient staff remains a major bottleneck for potential offshoring investors.

And not just English is needed. “If we could teach a large number of professionals Mandarin, maybe we could export more,” suggests ACTI’s Raúl Ciudad. “It’s not impossible but I think it’ll be tricky,” he says.

Another area for improvement, according to businesses, is labor regulation. By definition, offshoring companies need to work flexible hours. “Regulations need to be tuned to the needs of service companies, with more flexible laws that allow different kinds of contracts,” argues Srivastava.

And, then too, there is the peso’s appreciation against the dollar. The weak dollar, of course, affects all exporting countries but the peso has appreciated more in 2008 than most other currencies in the world, and the challenge is for Chile’s services sector to remain competitive despite lower income in pesos.

“In the coming months, [the weak dollar] will cause problems for Chilean companies trying to compete against India, Mexico and European countries like Estonia due to higher labor costs in dollars,” predicts Ciudad.

This is also a warning that, while Chile’s open economy, positive business climate and still competitive wages, have created an environment attractive to service exporters, other countries have these advantages too and Chile cannot afford to rest on its laurels. Otherwise, it will not only lag behind other countries in attracting new investors but could also face the loss of companies like Evalueserve to sunnier climes, taking jobs and know-how with them.

In the wider picture, Chile’s ability to establish itself as a platform for services could determine whether it follows the path of successful service-based economies or remains dependent on commodity exports. “Chile is better than most other countries in Latin America but could it be better? Absolutely,” concludes Srivastava.

Julian Dowling is a freelance journalist based in Santiago.
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