Por Nora Balzarotti – Gerente de Estudios y Proyectos de AmCham Chile. Publicado por El Mercurio, 26/4/2010
Un país ya no es rico solamente por sus recursos naturales, o su capacidad de producir manufacturas a bajo costo. En el mundo de hoy, con sus altos niveles de globalización y donde el conocimiento juega un papel fundamental, el crecimiento y el desarrollo de las economías dependen estrechamente de la innovación. La experiencia de las últimas décadas nos enseña que para que la creatividad y la innovación puedan desarrollarse plenamente, es crucial que los derechos de propiedad intelectual se resguarden y fomenten, en un marco de libertad económica en el que se promuevan las organizaciones flexibles, la competencia, la transparencia y la inversión en capital humano.
Ya desde fines del siglo XVIII, la revolución industrial comenzó a proveer lecciones sobre el papel de los descubrimientos y los inventos en el crecimiento económico. Esta evidencia junto al impulso del comercio internacional de fines del siglo XIX, dio lugar a uno de los primeros intentos efectivos de defensa sistemática a la Propiedad Intelectual, que culminaría con la firma de la llamada Convención de París de 1883, apuntando básicamente a evitar que los esfuerzos creativos originados en un determinado país fueran desalentados por las copias en otros países. Más recientemente, un caso interesante e ilustrativo de los beneficios de la protección a la propiedad intelectual surge de los Estados Unidos. El caso estadounidense ha sido estudiado per-se y de modo comparativo por los más diversos analistas, proveyendo enseñanzas útiles en el área de las políticas públicas y la propiedad intelectual.
Desde sus comienzos de vida como nación, la normativa sobre propiedad intelectual en los Estados Unidos reconoció el importante rol de los incentivos sobre el comportamiento humano, y por tanto, calibró cuidadosamente un sistema para fomentar la innovación a través de una protección contundente a las invenciones patentadas. En su primer artículo, la Constitución de los Estados Unidos otorga facultades al Congreso para “fomentar el progreso de la ciencia y las artes útiles, asegurando a los autores e inventores, por un tiempo limitado, el derecho exclusivo sobre sus respectivos escritos y descubrimientos”. Con el tiempo, de esta cláusula resultaría legislación efectiva que, en un marco de instituciones adecuadas, generaron un sistema de protección riguroso y vigoroso. A través de los años, las normas se aplicaron, se mejoraron y se facilitó su observancia e implementación, al punto de permitir cuestiones tales como que los solicitantes de patentes de zonas rurales pudieran enviar por correo sus solicitudes sin abonar el franqueo. De hecho, en un fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos se menciona a las patentes como uno de "los derechos más apreciados y valiosos que reconoce la sociedad" (Corte Suprema de los Estados Unidos, ex parte Wood & Brundage, 22 U.S. 603, 1824). Si bien en algunas áreas de la creación intelectual el progreso normativo fue más lento, finalmente los Estados Unidos aplicaron consistentemente principios similares en patentes, derechos de autor, marcas, y otras áreas.
Los resultados del resguardo a la propiedad intelectual en los Estados Unidos no tardaron en reflejarse en la productividad de la economía, otorgando sustentabilidad al crecimiento. Es verdad que otras instituciones también contribuyeron a esta positiva evolución, pero al día de hoy, estudios serios y diversos avalan el rol relevante de la protección a la propiedad intelectual en este proceso. Innumerables ejemplos ilustran las ventajas que hoy disfrutan los Estados Unidos por haber protegido adecuadamente la propiedad intelectual. Así, en los últimos años las industrias intensivas en propiedad intelectual de los Estados Unidos generaron empleos para 18 millones de personas. Durante el primer lustro del siglo XXI, el salario promedio de las industrias intensivas en propiedad intelectual creció 44% por encima del salario promedio de los restantes sectores, y en el caso particular de la industria farmacéutica, un 62% por encima del resto. El salario promedio de las industrias “propiedad intelectual intensivas”, superaba en 7 mil dólares anuales al promedio del resto de la economía. Hacia mediados de los 2000s, la industria del cine estadounidense fue responsable de, aproximadamente, el 12% del superávit comercial en servicios. Según el Global Intellectual Property Center, la propiedad intelectual genera en la actualidad alrededor del 40% del crecimiento de la economía, y explica el 50% de todas las exportaciones estadounidenses. En 2006 Estados Unidos otorgó 173.770 patentes de invención, lo que equivalió al 24% de todas las patentes otorgadas en el mundo en ese año, posicionando a ese país como una fuente fundamental para la innovación mundial. En 2007, científicos estadounidenses originaron el 70% de todos los nuevos medicamentos. Más allá de todos estos ejemplos, detengámonos a pensar en los avances tecnológicos de los que disfrutamos en nuestra vida cotidiana.... seguramente, gran parte de ellos fueron generados en los Estados Unidos.
Este Día Mundial de la Propiedad Intelectual debería ser una oportunidad para la reflexionar sobre los incentivos para promover la innovación como fuente de desarrollo y crecimiento. Aprendamos de los casos exitosos. La experiencia de los Estados Unidos es uno de los casos a considerar.