Como la mayoría de los negocios latinoamericanos que se basan en la exportación de materias primas, la industria forestal de Chile disfrutó de un auge extraordinario durante la mayor parte de esta década. En apenas cinco años, el valor de sus exportaciones de madera y celulosa se duplicó con creces de los US$ 2.500 millones del 2003 a un récord de US$ 5.600 millones en el 2008.
Pero la crisis financiera mundial la ha afectado. Las exportaciones de madera
se han reducido y, en agosto, los precios del mercado para la celulosa aún estaban cerca de un 25% por debajo del precio que registraban un año antes.
En consecuencia, los ingresos por exportación de productos forestales cayeron en un 28% en el primer semestre de este año, lo que se compara con los primeros seis meses del 2008. Esa fue la mayor caída interanual en más de una década y la Corporación Chilena de la Madera (CORMA), que representa a más de 200 empresas forestales, prevé que para todo el año, los ingresos por exportaciones bordeen los US$ 4.300millones, una caída de US$ 1.300 millones respecto del 2008.
En términos de volúmen, las ventas de celulosa se han mantenido bastante estables, en gran medida porque los costos de producción en Chile son menores que en otras partes. No obstante, la fuerte caída de los precios ha significado que, aún cuando Chile está exportando casi la misma cantidad de celulosa, está ganando mucho menos por ella.
Respecto al lado maderero del negocio, el panorama es aún más sombrío. Las ventas de tableros de densidad media (o MDF, por su sigla en inglés), madera aserrada y paneles, todas han caído, lo que ha obligado a que muchos aserraderos cierren o reduzcan la producción, y hasta que la construcción de viviendas no repunte es muy probable que se mantengan bajas.
“En celulosa de madera, hemos visto una fuerte caída en los precios, pero no en los volúmenes, no así en el caso de la madera donde hemos visto una fuerte caída en ambos”, señala José Rafael Campino, presidente de CORMA. “La única señal positiva es que la caída parece haberse detenido, pero aún estamos muy lejos de poder hablar de una recuperación.”
Pero, pese a las dificultades del año pasado, la industria está llena de potencial. Las grandes empresas forestales de Chile se están expandiendo a nivel regional, estableciéndose en países que son relativamente nuevos para las empresas como Uruguay.
Y a medida que el calentamiento global escala posiciones en la agenda política, están evolucionando para cumplir con los llamados a emplear fuentes de energía más limpia. Muchas de ellas ya utilizan productos de desecho de sus operaciones para la electricidad de sus propias instalaciones y podría no pasar mucho tiempo antes de que también comiencen a plantar árboles específicamente como combustible.
Árboles, Árboles, Árboles
Conduzca por la zona centro sur de Chile y se hará alguna idea de la importancia de la actividad forestal para la economía del país. Una cubierta de copas de árboles se extiende hasta donde la vista ya no alcanza y los camiones cargados con troncos llenan los caminos desde las plantaciones hasta las plantas de celulosa.
En total, Chile cuenta con 16,2 millones de hectáreas de bosques, más del 21% de la superficie del país, según el gubernamental Instituto Forestal (INFOR). La Región del Bío Bío es el centro de la industria, zona en que los árboles cubren más del 40% de su superficie total, seguida por las vecinas regiones de La Araucanía y El Maule, con una cobertura cercana al 20% en cada caso.
Del total, la vasta mayoría -casi 14 millones de hectáreas- corresponde a bosque nativo, rico en coihue, lenga, ñirre y otras especies. Sólo 2,3 millones de hectáreas están plantadas con pino y eucalipto, las dos principales especies no nativas plantadas en Chile.
Sin embargo, son estas plantaciones las que proveen gran parte de los ingresos de la industria. A escala mundial, las plantaciones corresponden apenas a cerca del 5% de los bosques del mundo, pero entregan casi un tercio de sus productos de madera.
Las dos principales empresas forestales de Chile -Arauco, que forma parte del grupo industrial Angelini, y Empresas CMPC del grupo Matte- están entre las más grandes del mundo. La celulosa de madera ha demostrado ser particularmente rentable y hoy en día Chile corresponde a cerca del 6% de la producción global y, aunque su participación en el mercado maderero es más pequeña, también es significativa.
Geográficamente, China es ahora el mayor mercado para las exportaciones chilenas y correspondió al 14,4% del total el año pasado. El mercado de Estados Unidos, fuertemente afectado por la brusca caída del sector de la construcción, correspondió a un 13,3%, mientras que Japón, México y Corea del Sur también fueron compradores importantes.
A medida que la industria se ha ido expandiendo, las principales empresas han comenzado a mirar fuera de Chile en busca de crecimiento futuro. Eso no se debe a que haya una escasez de tierras en Chile. De hecho, CORMA estima que hay espacio para expandir los actuales 2,3 millones de hectáreas de plantaciones de pino y eucalipto a unos 5 millones de hectáreas.
Sin embargo, parte de esa tierra adicional es de baja calidad. Además, los precios de las tierras han subido en Chile, lo que ha impulsado a las empresas forestales a escudriñar en el resto de América Latina en busca de alternativas más baratas.
El denominado “conflicto mapuche” es otra razón por la que las empresas forestales de Chile se están volcando al suelo extranjero. Los activistas mapuches, aduciendo a derechos ancestrales sobre las tierras ahora ocupadas por las plantaciones, han atacado las instalaciones forestales, quemado camiones y robado madera tanto en la Región del Bío Bío como en La Araucanía.
Pero quizás la principal razón por la que las empresas forestales se están expandiendo al extranjero es la economía de escala. “Esta es una industria en la que el tamaño es muy importante”, destaca Gonzalo García, secretario general de Empresas CMPC.
Expansión Regional
Para comienzos de este año, Arauco tenía 125.000 hectáreas de bosque en Argentina, 65.000 en Brasil y 27.000 en Uruguay, y estos tres países correspondían al 28% de sus plantaciones totales. Desde entonces la empresa anunció una alianza con la empresa forestal escandinava Stora Enso para combinar sus activos en Uruguay y, además, la compra de las plantaciones uruguayas de la española Ence.
“Habíamos logrado alcanzar una masa forestal de unas 27.000 hectáreas en Uruguay, pero para que una planta de celulosa sea eficiente en términos de costos se necesitan al menos 100.000 o 150.000 hectáreas”, señala Charles Kimber, gerente de asuntos corporativos y comerciales de Arauco.
“Habría sido difícil crecer orgánicamente de manera que teníamos tres alternativas: vender, comprar o unir fuerzas con alguien”. A través de su empresa conjunta, Arauco y Stora Enso ahora poseen más de 250.000 hectáreas de bosque uruguayo para talar, lo que hizo que la planta propuesta fuera viable.
La creciente estabilidad política y económica de América Latina también ha estado tras la decisión de emprender en otras partes del continente. “El marco de tiempo para un retorno sobre la inversión en una planta de celulosa de madera es muy largo en comparación con otras industrias”, destaca García de CMPC. “De modo que cosas como un buen clima de negocios, estabilidad económica y respeto por las condiciones de los contratos son factores clave en cualquier decisión de inversión”.
Kimber de Arauco afirma que, en muchas partes de América Latina, hay “una efervescencia en la comunidad de negocios” sobre el desarrollo de una industria forestal. “En Uruguay, por ejemplo, mucha gente ha estado plantando”, comenta, “y hay un ánimo similar al que había en Chile a mediados de la década de los 80”.
Brasil, además de tener una sólida tradición forestal, tiene un gran mercado local que lo vuelve particularmente atractivo. En abril, Empresas CMPC anunció que había logrado un acuerdo para adquirir Melhoramentos Papéis, uno de los mayores productores de papel tisú del país, y en agosto, Arauco le siguió con la compra de Tafisa Brasil, un fabricante de madera aglomerada.
Mejores Árboles
Pero la expansión de la industria forestal no tiene que ver sólo con plantar más árboles; también tiene que ver con plantar mejores árboles. Las empresas forestales están inyectando millones de dólares en investigación y desarrollo (I+D) en una apuesta por mejorar la productividad de sus plantaciones.
Campino de CORMA califica a la I+D del sector forestal chileno como de “clase mundial” y entrega dos ejemplos de cómo ésta ha ayudado a la industria.
El primero es el desarrollo de una nueva cepa de eucalyptus globulus, una de las especies de eucalipto plantadas más comúnmente en el mundo. Esta se adecua mejor a climas mediterráneos, pero la nueva cepa se adapta mejor a los climas más fríos del sur de Chile.
El segundo ejemplo que entrega el presidente de CORMA es el desarrollo de pino que crece más derecho que los árboles tradicionales. Esto permite a los silvicultores aprovechar más la madera y reducir los desechos.
En CMPC, García destaca la investigación sobre las ventajas de plantar eucalyptus nitens en Chile. Esta especie también es resistente al frío y se desarrolla bien en los faldeos de la cordillera de los Andes.
Su otra ventaja es que produce celulosa de alta calidad que puede emplearse para papel de escribir o para papel tisú. “Es más resistente que otras celulosas de fibra corta y no necesita mucha refinación para sacar lo mejor de ella, lo que significa que permite que nuestros clientes productores de papel ahorren en costos de energía”, informa García.
No son sólo los chilenos quienes están participando en investigación de este tipo. La Agencia para la Cooperación Internacional de Japón, por ejemplo, está involucrada actualmente en un proyecto para plantar cerca de 500 hectáreas de pinus ponderosa en la Región de Aysén, en el extremo sur de Chile.
Gran parte de esa tierra fue devastada por incendios y la idea del proyecto es regenerar el suelo y permitir a los silvicultores ganar dinero no sólo a partir de la venta de madera, sino también de la venta de bonos de carbono.
Energía Maderera
Sin embargo, gran parte de la I+D del sector está dirigida al uso de la madera como una fuente alternativa de energía. Se estima que cerca del 60% de la madera talada en el mundo ya se usa para producir energía ya sea mediante su quema directa o como carbón vegetal, pélets o residuos de licor negro de las plantas de celulosa.
La biomasa generada a partir de chips de madera y subproductos de la celulosa, por ejemplo, puede usarse para producir electricidad y esto es lo que Arauco ya está haciendo en siete centrales eléctricas de Chile. La firma emplea la mayor parte de la electricidad en sus propias instalaciones, pero vende un superávit cercano al 30% -suficiente para entregar electricidad a una ciudad de medio millón de personas- al sistema interconectado.
También hay otras opciones para la producción de energía. Una es mezclar biomasa con carbón en centrales termoeléctricas o fabricar pélets que pueden quemarse para calefacción residencial. Otra opción, es usar lignocelulosa, materia prima derivada de la biomasa, para fabricar etanol.
Uno de los consorcios que está trabajando en esta área es Bioenercel, una iniciativa de carácter público privada que reúne a Arauco y CMPC con Masisa -otra empresa forestal- y al instituto de transferencia tecnológica Fundación Chile además de la Universidad de Concepción y la Universidad Católica de Valparaíso. Con un presupuesto de US$ 10 millones y un cronograma de cinco años, Bioenercel pretende construir una planta piloto el próximo año donde experimentará con varios métodos para usar árboles, en lugar de caña de azúcar o maíz, para producir etanol.
El etanol de celulosa es una alternativa a los combustibles fósiles que no involucraría el uso de tierras en las que de otra forma se podrían producir alimentos, destaca Jaime Baeza, coordinador de Bioenercel. Sin embargo, reconoce que aún hay problemas tales como el alto costo de producir enzimas que puedan descomponer la lignocelulosa en azúcares que fermenten para producir etanol.
No obstante, eso podría cambiar a medida que la tecnología mejore y no resulta inconcebible que algún día las empresas forestales de Chile plantarán árboles específicamente para su uso como combustible. Sin embargo, Kimber de Arauco advierte que ese día aún está un poco lejos, al menos para su empresa.
“No estamos en posición de decir que la energía superará a otras áreas y se convertirá en un negocio”, sostiene. “Sin embargo, la energía es ciertamente más que sólo un subproducto; la hemos definido como una operación estratégica y vamos a estar realizando inversiones en ella a futuro”.
Mientras comienza a ver la luz al final de la recesión internacional, la industria forestal de Chile también cuenta con muchas otras oportunidades de inversión y parece que también con la energía para desarrollarlas.
Gideon Long se desempeña como periodista freelance en Santiago y además trabaja para la BBC.