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La comunicación se ha digitalizado, lo que ha transformado la forma en que nuestra identidad se relaciona con empresas, Estado, organizaciones y cualquier ámbito de la vida diaria. Hace menos de dos décadas todo se resumía tan sólo a papelería, ya sea en la figura de contratos, documentos y facturas. En cambio, hoy todo está en la nube, en plataformas computacionales que día a día registran nuestros antecedentes laborales y personales.
En Chile los datos personales están protegidos por una ley que data de 1998, la que abarca la comunicación, transmisión, almacenamiento y uso de toda información que sirva para identificar a una persona natural. Sin embargo, dicho reglamento requiere de una mayor eficiencia, además de una visión más acorde con los nuevos tiempos. En 2010 se acordó trabajar en el desarrollo de una regulación con los estándares de los países de la OCDE, y que con el tiempo incluyó la creación de una autoridad administrativa con facultades de fiscalización y sanción a los responsables de bases de datos: la Agencia de Protección de Datos Personales.
Este avance es importante, pero mejorable. Con ello, me refiero a que primero tenemos que reconocer que existen varios sistemas de protección de datos personales a nivel internacional que pueden lograr el mismo nivel de protección que se pretende en Chile. Por lo tanto, cuando hablamos de protección de datos se tienen que considerar realidades específicas a cada empresa, además de la adecuada delimitación de responsabilidad de diversos actores, siempre teniendo presente los derechos de las personas.
Chile está inserto en una revolución digital de permanentes cambios. Por ello, tenemos que enfrentar la protección de datos desde el punto de vista de un sistema que permita la evolución tecnológica, así como esfuerzos para combatir el exceso de burocratización de los procesos para evitar trabas innecesarias en lo que respecta al libre comercio.
Desde otra vereda, la Ley de Protección de Datos Personales tiene que abordarse desde distintos prismas, es decir, hacer distinciones sobre el tratamiento de datos “intra” empresas y en torno al flujo de información que tenga un impacto público. Por tal motivo, y desde AmCham, nos interesa fomentar la autorregulación. Esto significa promover códigos de conducta, buenas prácticas y autonomía de la voluntad entre las empresas y las personas, incluyendo la existencia de acuerdos sectoriales, convenios administrativos o decisiones de empresa que permitan incentivar el cumplimiento de la ley haciéndose cargo de las particularidades de la actividad o industria del controlador. Aquí, una autoridad de datos podría ejercer un importante rol como un depositario y fiscalizador del cumplimiento de estos códigos.
Podemos avanzar mucho hacia una Ley de Protección de Datos, si bien dicho objetivo requiere consensos, análisis con altura de miras y reglas objetivas en esta materia. La modernización de la ley citada de 1998 podría conducir a nuestro país hacia un lugar privilegiado en la región, siempre que ésta permita compatibilizar una adecuada protección de los datos y el desarrollo de las empresas del futuro. Para alcanzar esta meta tenemos que trabajar en varios desafíos, siendo uno de ellos contar con excepciones a la obligación de obtención del consentimiento para el tratamiento de datos, a partir de la calificación de usos justos considerando estándares internacionales como: tratamiento doméstico, negociación o ejecución de un contrato y cumplimiento de una obligación legal o jurídica, entre otros.
Contamos con las herramientas, los expertos y las experiencias mundiales en torno a la protección de datos personales para poder crear una ley de clase mundial. En este escenario también es clave que seamos cautos y no sobre reaccionar a situaciones que no tienen relación con los datos personales y que han tenido una alta connotación mediática. Lo anterior, para no entorpecer el desarrollo de nuevas tecnologías. El perfeccionamiento de esta nueva ley será efectivo en la medida que cuente con una mirada de futuro y en el contexto de una economía digital, cuya base se sustenta en la interconexión de la información de todos nosotros.
Link a columna publicada en Diario Financiero
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