Llovió hoy día. Llovió fuerte y los elefantes propulsados por sus motores de combustión interna trompetearon más fuerte que nunca, en la medida que retornaban en manada a sus lugares de pastoreo residenciales. Tuve que caminar una distancia relativamente corta a través de la jungla urbana hasta mi automóvil, pero una estampida entre Ricardo Lyon y Pedro de Valdivia (ambos pasos principales nombrados en honor a héroes -fallecidos- muy eminentes de la historia), levantó una masiva pared de agua, que cambió mi aspecto de radiante flor a la de un hombre de apariencia desaliñada, furiosa y empapada. Finalmente abordé mi carruaje, chorreando agua de lluvia por todos los rincones y “filtrada” para unirme a la migración diaria.
Estaba determinado a comportarme como un elefante inteligente, educado, colaborador y ser generoso con todos mis “congéneres”, que galopaban en estampida a mi lado. ¡Pero no por mucho tiempo! Una enorme elefanta (una verdadera Matriarca) decidió que mi línea de galope era ideal para ella y siendo más grande y pesada que yo, ocupó mi posición, forzándome así a tropezar y a chocar contra otro compañero de galope, que trompeteó algo perverso y agitó su trompa amenazadoramente hacia mi -por lo menos pienso que era su trompa. Afortunadamente el diluvio era de tal intensidad y la manada se estaba moviendo a un paso tal, que ninguno de nosotros nos detuvimos (solo daño superficial) y pronto estuve en capacidad de reasumir mi posición y paso.
No es necesario decirlo, la tormenta fue intensa pero de corta duración y dentro de una hora, el pastoreo normal pudo ser retomado, pero el incidente (tanto la empapada y el choque), realmente me hicieron reflexionar sobre los hábitos de mi especie. Me abstendré de continuar usando esta analogía, o esto ¡se podría tornar en una narración corta, al estilo de Rudyard Kipling! Alguna vez escribí que desearía que el sistema estadounidense de “cruce de pistas en cuatro direcciones” fuera introducido en Santiago -¡sólo por la gozar de la diversión de ver quién gana, quién pierde y quién choca! En Santiago a nadie le cedemos el paso- eso sería muy cobarde. No, no cedemos ni una pulgada. De hecho conducimos tan de cerca con el automóvil que nos precede (de forma que nadie se nos pueda adelantar), que en el caso de que alguien frene violentamente, ¡se puede garantizar que un mínimo de ocho automóviles quedarán comprometidos en el choque!
Necesitábamos esta lluvia; fue muy bienvenida. Mañana el aire estará limpio habiendo sido lavado el smog, por lo menos hasta la hora de almuerzo (¡4 PM!), podremos ver bien todo Santiago. Mañana será un hermoso día. Pero ¿estaremos más contentos, seremos más gentiles o personas más hermosas? ¡Por ningún motivo! Mi oficina está situada cerca de un gran cruce de vías para elefantes (lo siento), controlado por “semáforos” que trabajan de una manera bastante normal, con la apropiada luz de prevención“naranja” (o ámbar) entre la roja y la verde. Esta luz de precaución ¿realmente disminuye el paso de la manada (lo siento)? ¡No, ni siquiera un poco! Por el contrario, actualmente ocasiona que la manada (perdón) acelere y, en la medida que los elefantes (discúlpenme) que esperan cruzar en 90°, anticipan el cambio de luz, se produce un vigoroso ruido de colmillos (otra vez perdónenme), acompañado por un verdadero mega trompeteo (lo siento mucho) dos o tres veces al día,
Hace unas pocas semanas atrás caminé desde mi casa a la oficina (una hora y veinte minutos), sólo por que se me dio la gana. El mayor “cambio” para mi fue de perspectiva. En vez de formar parte de la estampida (lo siento), me estaba movilizando en cámara lenta, lo que me permitía observar la jungla y captar su belleza; ¡sí!, ¡la belleza! Todo está allí si solo tuviéramos el tiempo para presenciarlo: árboles en crecimiento, niños jugando y perros reproduciéndose; vitrinas de tiendas, jardines bien cuidados y paredes de alambres concertinas; personas que dicen a otras “buenos días” y otras que dicen “eliminados renegados”; el ciego, los lisiados, el pordiosero y el viejo que riega su entrada de piedra. Sí, esa es la vida real, pero jamás volveremos a ver ninguna parte de ella si continuamos corriendo alocadamente.
Una vez trompeteado, dos veces pasado a llevar. Trate de cambiar de vehículo alguna vez (¡caminen pies, caminen!) Esto los podría hacer cambiar.
Sigo elefantemente (¡lo siento de verdad!) desafiante, pero caminando erguido (Masai),
Santiago Eneldo
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It rained today; it rained hard and the internal-combustion-engine-powered elephants trumpeted louder than ever as they herded back to their residential grazing grounds. I had to walk just a relatively short distance through the urban jungle to my carriage but a stampede between Ricardo Lyon and Pedro de Valdivia (both major pathways named for very eminent - dead - heroes of the reservation) put up a massive wall of water, which turned me from radiant flower to soggy, angry mess. I finally boarded my carriage, dripping rain water all around and “filtered” to join the daily migration.
I was determined to behave like an intelligent, educated, collaborative elephant and be generous to all my “mates” stampeding alongside. Not for long! A large female elephant (a real Matriarch) decided that my line of gallop was ideal for her and, being larger and heavier than I, she stole my position, thereby forcing me to stumble and bump into a fellow male galloper, who trumpeted something wicked and waved his trunk threateningly at me - at least I think it was his trunk. Luckily, the downpour was of such intensity and the herd was moving along at such a pace that neither of us stopped (skin damage only) and I was soon able to resume my position and pace.
Needless to say, the storm was intense but short-lived and, within the hour, normal grazing could be resumed, but the incident (both the soaking and the bump) really made me reflect on the habits of my species. I shall refrain from further use of the analogy or this could turn into a Rudyard Kipling short story! I once wrote that I wanted to see the American “four-way crossing” system introduced in Santiago - just for the fun of seeing who wins, who loses and who crashes! In Santiago, we don’t give ground to anyone - that would be very cowardly. No, we give not an inch. In fact, we drive so close to the car in front (so no one can possibly get in front) that if anyone should brake hard, you can guarantee a minimum eight-car pile-up!
We needed this rain - it was very welcome. Tomorrow, the air will be clean with the smog washed away and, at least until lunchtime (4 pm!), we will be able to see all the way across Santiago. Tomorrow will be a beautiful day. But will we be happier, kinder, more beautiful people? No way! My office is beside a major elephant (sorry) runway crossing, controlled by “traffic lights” that work quite normally, with the appropriate “orange” (or amber) warning light between green and red. Does this cautionary light slow the herd (sorry)? No, not a bit! On the contrary, it actually causes the herd (sorry) to accelerate and, as the elephants (sorry) waiting to cross at 90º pre-empt the light change, there is a noisy rattling of tusks (sorry) accompanied by truly mega trumpeting (very sorry) two or three times a day.
A few weeks ago, I walked from my home to the office (one hour and twenty minutes) just for the heck of it. The greatest “change” for me was of perspective. Instead of being part of the stampede (sorry), I was moving along in slow motion able to observe the jungle and take in the beauty - yes! the beauty! It is all there if only we had time to see it: trees growing, children playing and dogs reproducing; shop windows, well kept gardens and razor wire walls; people who say “buenos días” and others who say “expletive deleted”; the blind, the maimed, the beggar and the old man watering his stone pathway. Yes, that is real life, but we will never see any of it if we continue to race madly along.
Once trumpeted, twice shy. Try a change of carriage sometime (go feet go!). It might just change you.
I remain elephiantly (truly sorry!) defiant but walking tall (Masai),
Santiago Eneldo
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