Exportar InnovaciónExporting Innovation

02 Enero 2012

Fernando Fischmann nunca tuvo la intención de ser un innovador; no tuvo opción. Bioquímico de profesión, Fischmann estaba trabajando como desarrollador inmobiliario en el año 1997 cuando encontró que propiedades en primera línea de la playa en la costa central de Chile tenían una importante desventaja: la marea era tan peligrosa que estaba prohibido nadar. De modo que Fischmann se unió a una firma local de tecnología para crear una laguna de tres hectáreas que sería como el Caribe para los chilenos que compraran una segunda vivienda.

Sin embargo, quince días después de que se llenara la laguna, el agua se volvió oscura, fétida y llena de algas, el socio tecnológico no le devolvía las llamadas y los compradores estaban furiosos. Fischmann buscó ayuda en Australia, Alemania y Estados Unidos, pero le dijeron que la tecnología para filtrar y tratar una masa tan grande de agua no existía en ninguna parte del mundo.

Fischmann volvió a Chile y se embarcó en un proyecto de investigación de cinco años que llevó a la invención de un sistema de filtrado patentado que puede mantener una masa de agua ilimitada clara como el cristal al tiempo que emplea menos químicos y energía que una piscina tradicional.

San Alfonso del Mar, en la localidad costera de Algarrobo, se convirtió en el proyecto inmobiliario de segunda vivienda más exitoso de Chile, y la laguna de ocho hectáreas logró un récord Guinness en el 2007 como la piscina de nado más grande del mundo. Pronto, comenzaron a llegar las ofertas de desarrolladores inmobiliarios.

“La naturaleza de Fernando es de siempre avanzar y resolver los problemas a lo largo del camino”, afirma Eduardo Klein, gerente comercial de Crystal Lagoons, la empresa fundada por Fischmann para exportar la tecnología, que ha sido patentada en 160 países. “No estaba en busca de un invento, estaba buscando una solución”.

Lagunas claras como el cristal no resolverán la dependencia de Chile de las exportaciones de recursos naturales no renovables tales como el cobre, pero personas que piensen más allá de lo establecido como Fischmann podrían ayudar al país a diversificar sus exportaciones. No obstante, primero se necesita una clara definición de lo que es innovación.

¿Qué es en una palabra?

Si bien parece haber consenso en el sector público en cuanto a que la innovación se necesita de manera urgente, el significado de la palabra en sí se ha vuelto abstracto y viciado dado que muchas empresas chilenas no hacen mucho más que hablar de ella de la boca para afuera.

Por ejemplo, la innovación puede ser mencionada en el comercial de un auto sin explicar qué es lo revolucionario -de haberlo- en el vehículo o usada para hablar de las bondades de una compañía que simplemente pegó una etiqueta “Premium” en algunos de sus productos.

“Se ha abusado”, afirma Ari Bermann, gerente de innovación y desarrollo de 3M Chile, empresa estadounidense de manufactura que ha basado su reputación en la constante introducción de nuevos productos. “Innovación significa crear algo para satisfacer las necesidades del mercado. Cuando esa creatividad se convierte en un nuevo producto o proceso y esa invención tiene un valor comercial, eso es innovación”.





































































Y ¿cuán innovador es Chile? El país se ubica en el lugar número 38 entre las 125 economías incluidas en el Índice Global de Innovación 2011 (GII, por su sigla en inglés) elaborado por la escuela de negocios internacionales INSEAD, con lo que ocupa el primer lugar entre todas las naciones latinoamericanas y caribeñas, con altas calificaciones para sus instituciones. Sin embargo, se ubicó en un bajo lugar 71 en materia de investigación y capital humano.

Eso no es sorprendente si se considera que en el 2008 el país gastó un mísero 0,4% de su PIB en investigación y desarrollo -un precursor clave para la innovación- lo que se compara con el promedio del 2,3% de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El Gobierno de Sebastián Piñera espera que un nuevo proyecto de ley, que permitirá que las pequeñas y medianas empresas obtengan beneficios tributarios por invertir en inversión y desarrollo, ayude a que la inversión alcance el 0,8% del PIB para el 2014. Pero la investigación por sí sola no es suficiente para diversificar las exportaciones; Chile también necesita más capital de riesgo para que las empresas emergentes se pongan de pie.

Un Llamado a Todos los Arriesgados

Algunas empresas están invirtiendo en innovación, pero no lo suficiente, afirma Bermann, quien supervisa el nuevo Centro de Innovación
de 3M en Antofagasta, el que está trabajando para mejorar procesos empleados por la industria minera, entre otros sectores.

“En los últimos 20 años, los bienes básicos en Chile han entregado un rendimiento tan alto que la gente no quiere tener nada que ver con el riesgo”, comenta Bermann. “¿Por qué [querrían hacerlo], si se puede invertir en bienes básicos y ganar dinero como loco?”

La realidad es que demasiadas empresas dejarían que otros hagan el trabajo preliminar necesario para crear nuevos procesos, productos y tecnología. En lugar de hacer una apuesta e invertir en investigación con ninguna garantía de éxito, gran parte del sector privado tiene una postura de esperar y ver en lo que respecta a la innovación.

“Si Steve Jobs hubiera nacido aquí, no estamos seguros de que habría creado Apple”, afirma Katherine Villarroel, secretaria ejecutiva de Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad de Chile (CNIC), organización de carácter público-privada creada en el 2005 por el Gobierno de Ricardo Lagos y encomendada con la misión de proponer directrices para una estrategia de innovación de largo plazo.

Estados Unidos, que impulsó a Apple, tiene una historia de promover de manera exitosa la innovación, pero economías similares basadas en recursos naturales, tales como las de Nueva Zelanda y Finlandia, también han diversificado sus exportaciones a través de la innovación, destaca Villaroel. “Entonces ¿por qué nosotros no podemos?”

Parte del problema radica en el sistema escolar de Chile. “No estamos educando a las personas para convertirse en innovadores; les estamos enseñando a convertirse en empleados”, sostiene.

Los ingenieros chilenos, sugiere Villaroel, también deberían estudiar artes y ciencias sociales para proponer soluciones nuevas y creativas a problemas persistentes. “La innovación es la mejor respuesta a un mundo siempre cambiante. Mejor nos preparamos para ello, porque no tenemos alternativa”, añade.

Pagar por la Innovación

Pero los graduados con una buena educación no innovarán sin un incentivo financiero. En el 2005, el ex presidente Lagos introdujo un impuesto específico a la minería y creó el Fondo de Innovación para la Competitividad a fin de incrementar los recursos públicos para la innovación. Pero según el CNIC, el financiamiento no está creciendo tan rápidamente como se necesita para tener un impacto sobre el crecimiento de la productividad.

El gasto público en ciencia, tecnología e innovación -la mayor parte del cual se divide entre el Fondo de Innovación, la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) y la Corporación de Fomento de la Producción de Chile (CORFO)- sumó cerca de US$650 millones en el 2011, una fracción de lo que gastan países como Nueva Zelanda y Finlandia.

Y, mientras el Gobierno señala que el financiamiento crecerá un 10% en el presupuesto del 2012 respecto de la cantidad desembolsada en el 2011, el CNIC rebate que el incremento respecto del presupuesto del año previo es un magro 3,1%, muy por debajo de su recomendado crecimiento de un 12% anual durante los próximos 15 años.

Esto no es un buen augurio antes del Año de la Innovación que Chile celebrará de manera oficial en el 2013.

Pero no es solo el Gobierno el que necesita hacer más para fomentar la innovación; el sector privado también tiene un rol importante que desempeñar. “Todos necesitamos hacer mucho más para hacer que esto realmente crezca”, admite René Brahm, titular de la División de Innovación
del Ministerio de Economía, la que administra el Fondo de Innovación.













































Con el capital de riesgo aún inmaduro en Chile, conseguir financiamiento puede ser un tremendo desafío, sostiene Brahm. “Hay muchas empresas emergentes que necesitan financiamiento, pero que no lo pueden conseguir de los bancos y si uno quiebra, está muerto”.

Conozca a los Innovadores

Si bien Chile aún necesita impulsar a un innovador tan famoso como el cofundador de Apple, sí tiene su cuota de emprendedores quienes están siendo pioneros en nuevas industrias y mirando más allá de sus fronteras.

Uno de ellos es el presidente de CONICYT, José Miguel Aguilera, ingeniero en alimentos quien está trabajando para convertir a Chile en un líder en el campo de la gastronomía molecular, la ciencia culinaria popularizada por el chef español Ferran Adrià. Dada la riqueza y variedad de la oferta de alimentos de Chile, Aguilera cree que la nación podría exportar alimentos procesados sometidos a procesos de reingeniería tanto físicos como químicos para volverlos sustentables, saludables y deliciosos.

“Nuestro futuro es exportar, convertirnos en proveedores de productos de alta calidad con tecnología incorporada”, dijo Aguilera, quien es consultor para Nestlé, a la revista Ingenieros.

Otro innovador es Juan Carlos de la Llera, ingeniero y profesor de la Universidad Católica cuyo trabajo en sistemas de protección sísmica de vanguardia se ha buscado en otros países propensos a los temblores. El interés alcanzó un peak luego que la aislación sísmica y los disipadores de energía que De la Llera y su equipo diseñaron para el rascacielo Titanium y otros edificios en Chile resistieran el enorme terremoto del 27 de febrero del 2010.

Y, por supuesto, está Fischmann, quien continúa innovando. En abril pasado, en el Foro de Emprendedores Latinos de Babson College en Boston, anunció su último descubrimiento: un nuevo sistema de enfriamiento para grandes plantas usando la misma tecnología empleada por Crystal Lagoons.

La parte de lagunas del negocio, en tanto, se ha expandido a 180 proyectos en 45 países gracias a su creativo modelo de otorgamiento de licencias. “A cambio de la tecnología, el conocimiento y el mantenimiento, obtenemos un porcentaje de las ventas de los proyectos”, explica Klein de Crystal Lagoons.

Lo que sigue: la compañía ayudará a romper su propio récord Guinness. Actualmente está construyendo 10 lagunas que cubren una extensión de 100 hectáreas para un desarrollo inmobiliario de US$5.500 millones en el centro turístico de Sharm El Sheikh en el desierto egipcio.

La invención de Fischmann encontró un mercado global, pero aún queda por ver si Chile puede desarrollar una cultura de la innovación para impulsar a más personas como él. La respuesta podría decidir si la economía de Chile sigue saludable para las próximas generaciones.

Sebastian Pérez-Ferreiro trabaja como periodista freelance en Santiago

Fernando Fischmann never set out to become an innovator - he had no choice. A biochemist by training, Fischmann was working as a real estate developer in 1997 when he found beachfront property on Chile’s central coast with one major drawback: the water was so treacherous that swimming was prohibited. So Fischmann teamed up with a local tech firm to create a three-hectare lagoon that would double as the Caribbean for Chilean second-home buyers.

Fifteen days after the lagoon was filled, however, the water turned murky and fetid with algae, the tech partner wasn’t returning calls, and the buyers were furious. Fischmann sought help in Australia, Germany and the United States, but was told that the technology to filter and treat such a large body of water did not exist anywhere in the world.

Fischmann returned to Chile and embarked on a five-year research project that led to the invention of a patented filtering system that can maintain a limitless body of water in a crystal clear state while using less chemicals and energy than a traditional pool.

San Alfonso del Mar, in the seaside town of Algarrobo, became the most successful second-home development in Chile, and the eight-hectare lagoon won a Guinness record in 2007 as the world’s largest swimming pool. Soon, offers from international developers were pouring in.

“Fernando’s nature is to always move forward and solve problems along the way,” says Eduardo Klein, business manager of Crystal Lagoons, the company founded by Fischmann to export the technology, which has been patented in 160 countries. “He wasn’t looking for an invention - he was looking for a solution.”

Crystal clear lagoons will not solve Chile’s dependency on exports of non-renewable natural resources such as copper, but more out-of-the-box thinkers like Fischmann could help the country to diversify its exports. First, however, a clear definition of innovation is needed.

What’s in a word?

While there seems to be consensus in the public sector that innovation is urgently needed, the meaning of the word itself has grown abstract and stale since many Chilean businesses do little more than pay lip service to it.

For example, innovation might be referenced in a car commercial without explaining what, if anything, is revolutionary about the vehicle, or used to sing the praises of a company that has simply slapped a “Premium” label on some of its products.

“It’s been overplayed,” says Ari Bermann, development manager of 3M Chile, a US-based manufacturing company that has made its name by constantly introducing new products. “Innovation means creating something to meet the needs of the market. When that creativity turns into a new product or process, and that invention has commercial value - that’s innovation.”





































And how innovative is Chile? The country ranks 38 out of 125 economies in the 2011 Global Innovation Index (GII) compiled by the international business school INSEAD, leading all Latin American and Caribbean nations, with high marks for its institutions. But it ranked a lowly 71st in research and human capital.

That’s not surprising considering that in 2008 the country spent a paltry 0.4% of its GDP on research and development - a key precursor to innovation - compared to an average of 2.3% in the Organization for Economic Co-operation and Development (OECD).

The Piñera administration hopes a new bill, which will allow small- and medium-sized businesses to reap tax benefits by investing in R&D, will help investment reach 0.8% of GDP by 2014. But research alone is not enough to diversify exports; Chile also needs more venture capital to get start-ups on their feet.

Calling all risk-takers

Some companies are investing in innovation but not enough, says Bermann, who oversees the new 3M Innovation Center in Antofagasta that is working to improve processes used by the mining industry, among other sectors.

“In the last 20 years, commodities in Chile have turned such a huge profit that people don’t want anything to do with risk,” says Bermann. “Why, when you can invest in commodities and make money like crazy?”

The reality is that too many companies would rather let others do the legwork needed to create new processes, products and technology. Instead of taking a gamble and investing in research with no guarantees of success, much of the private sector has a wait-and-see approach to innovation.

“If Steve Jobs had been born here, we’re not sure he would have created Apple,” says Katherine Villarroel, executive secretary of Chile's National Innovation Council for Competitiveness (CNIC), a public-private organization created in 2005 by the Lagos administration and entrusted with the mission of proposing guidelines for a long-term national innovation strategy.

The United States, which nurtured Apple, has a history of successfully promoting innovation but similar natural resource-based economies, such as New Zealand and Finland, have also diversified their exports through innovation, points out Villaroel. “So why can’t we?”

Part of the problem is Chile’s school system. “We are not educating people to become innovators; we are teaching them to become employees,” she says.

Chilean engineers, suggests Villaroel, should also study the arts and social sciences to come up with new and creative solutions to persistent problems. “Innovation is the best answer for an ever-changing world. We better prepare for it, because we have no choice,” she adds.

Paying for innovation

But well-educated graduates will not innovate without a financial incentive. In 2005, former President Ricardo Lagos introduced a specific mining tax and created the Innovation Fund for Competitiveness to increase public resources for innovation. But according to the CNIC, funding is not growing as fast as it needs to in order to have an impact on productivity growth.

Public spending on science, technology and innovation, most of which is divided between the Innovation Fund, the Commission for Scientific and Technological Research (CONICYT), and Chile’s Economic Development Agency (CORFO), totaled around US$650 million in 2011, a fraction of what countries like New Zealand and Finland spend.

And, while the government says funding will grow 10% in the 2012 budget from the amount spent in 2011, the CNIC counters that the increase from the previous year’s budget is a meager 3.1% - well short of its recommend 12% yearly growth for the next 15 years.

This does not bode well ahead of Chile’s official Year of Innovation in 2013.

But it’s not just the government that needs to do more to encourage innovation; the private sector also has an important role to play. “We all need to do a lot more to get this to really grow,” admits René Brahm, head of the Innovation Division at the Economy Ministry, which manages the Innovation Fund.

With venture capital still green in Chile, getting financed can be a tremendous challenge, says Brahm. “There are many start-ups that need financing but can’t get it from banks and, if you go bankrupt, you’re dead.”

Meet the innovators

While Chile has yet to nurture an innovator as famous as the co-founder of Apple, it does have its share of entrepreneurs who are pioneering new industries and looking beyond their borders.

One of them is CONICYT’s president, José Miguel Aguilera, a food engineer working to turn Chile into a leader in the field of molecular gastronomy, the culinary science popularized by Spanish chef Ferran Adrià. Given the richness and variety of the Chilean food supply, Aguilera believes that the nation could export processed food that is physically and chemically re-engineered to make it sustainable, healthy and delicious.

“Our future is as an exporter of high-quality products with built-in technology,” Aguilera, who does consulting for Nestlé, told the magazine Ingenieros.

Another innovator is Juan Carlos de la Llera, an engineer and professor at the Catholic University whose work on cutting-edge seismic protection systems has been sought after in other earthquake-prone countries. The interest peaked after the seismic isolation and energy dissipators that De la Llera and his team designed for the Titanium skyscraper and other buildings around Chile withstood the major earthquake of February 27, 2010.

And, of course, there is Fischmann, who continues to innovate. Last April, at Babson College’s Latin Entrepreneur Forum in Boston, he announced his latest breakthrough:
a new system for cooling large power plants using the same technology employed by Crystal Lagoons.

The lagoon side of the business, meanwhile, has expanded to 180 projects in 45 countries thanks to its creative licensing model. “In exchange for the technology, know-how and maintenance, we get a percentage of the project’s sales,” explains Crystal Lagoons’ Klein.

Next up, the company will help break its own Guinness record. It is currently building 10 lagoons covering 100 hectares for a US$5.5 billion development at the Sharm El Sheikh resort in the Egyptian desert.

Fischmann’s invention has found a global market, but it remains to be seen whether Chile can develop a culture of innovation to nurture more people like him. The answer could decide whether Chile’s economy remains healthy for future generations.

Sebastian Pérez-Ferreiro is a freelance journalist based in Santiago

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