Hace un par de años, cerca de un cuarto de las personas que cruzaban la puerta de la oficina de Ignacio González, en la comuna de Las Condes en Santiago, estaban desempleados. La mayoría eran profesionales bien calificados con impresionantes CV, pero tenían dificultades para encontrar trabajo.
“Eso ha cambiado”, señala González, gerente general de mandomedio.com, firma de headhunting. “Hoy en día, todos el mundo tiene empleo. Vienen porque están buscando uno mejor”.
La tasa de desempleo de Chile ha caído drásticamente en los últimos tres años. A mediados del 2009, en la cúspide de la crisis financiera global, era cercana al 12%, pero en los tres meses a fines de abril de este año había caído a apenas el 6,5%, según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, INE.
Es difícil hacer comparaciones históricas usando los datos de desempleo del INE porque el instituto cambió su metodología en el 2010. Pero las estadísticas de la Universidad de Chile, que ha medido la tasa de desempleo en el Gran Santiago usando los mismos criterios desde el año 1957, sugieren cuán baja es realmente la tasa actual.
En diciembre del 2011, el desempleo en el área de Santiago (que alberga a casi un tercio de la población de Chile) cayó al 6,2%, según muestran cifras del Centro de Microdatos de la Universidad. Ese nivel fue el más bajo desde marzo del año 1996.
En un discurso pronunciado en abril en Nueva York, el ministro de Hacienda de Chile, Felipe Larraín, dijo que el Gobierno había creado 720.000 nuevos empleos desde que asumió el mando, a una tasa casi cuatro veces más rápida que bajo el gobierno anterior. Alrededor de 400.000 de esos puestos de trabajo se han destinado a mujeres. “Durante nuestro Gobierno hemos tenido la mayor creación de empleos de la historia”, aseveró Larraín. “Algunos dicen que estamos en pleno empleo, quizás estemos cerca de ello”.
Es improbable que el desempleo se mantenga tan bajo y, de hecho, ya hay señales de que está subiendo en algunas áreas, debido en parte a factores estacionales (usualmente sube durante los meses de invierno del Hemisferio Sur debido a redundancias en el sector agrícola). En su sondeo más reciente, la Universidad de Chile señaló que la tasa de desempleo en Santiago subió al 8% en marzo, un alza de 1,8 puntos porcentuales frente a tres meses antes.
Aún así, el desempleo nacional es impresionantemente bajo según los estándares históricos y David Bravo, profesor de economía y director del Centro de Microdatos, sostiene que espera que promedie un bajo 7% en el 2012.
Pero, como siempre, el diablo está en los detalles.
En primer lugar, hay fuertes discrepancias entre los diferentes sectores de la economía. El empleo en la industria de la construcción en el Gran Santiago se disparó un 14,8% interanual en marzo y un 11,5% en el de manufactura industrial. Sin embargo, durante el mismo período, el empleo en el sector minorista cayó un 10,5%.
En segundo lugar, hay importantes diferencias entre las respectivas tasas de empleo de hombres y mujeres. Más del 70% de la potencial fuerza de trabajo masculina está empleada, mientras que para las mujeres la tasa es de apenas el 50%.
Tercero, las cifras generales enmascaran un persistente problema de desempleo juvenil: un 19,8% de la potencial fuerza laboral de 20 a 24 años de edad no tiene trabajo, en comparación con el apenas 4,4% de quienes tienen entre 50 y 54 años.
La calidad del empleo también es un problema. Los críticos del Gobierno señalan que muchos de los nuevos empleos son temporales, inseguros o mal remunerados. Los salarios siguen relativamente bajos. Más de la mitad de los trabajadores chilenos ganan menos de US$460 al mes, destaca Andrea Repetto, profesora de economía de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Una Carrera por el Talento
Para las empresas privadas, la baja tasa de desempleo significa, ante todo, una escasez de mano de obra.
“Hay un déficit significativo de trabajadores en minería, agricultura, construcción, transporte y algunos sectores industriales, aunque no en todos”, afirma Bruno Baranda, subsecretario del Ministerio del Trabajo. “En el sector metalúrgico, por ejemplo, hay una escasez de electricistas y soldadores”.
Una iniciativa que ha ayudado a traer liquidez al mercado laboral es un sitio web del Gobierno, la Bolsa Nacional de Empleo ( www.bne.cl). Lanzada en el 2011, permite que los trabajadores suban sus currículos y que las empresas promocionen vacantes. Cerca de 200.000 CV se han subido al sitio y se han promocionado 300.000 puestos de trabajo.
Sin embargo, de todos modos hay una falta de mano de obra y en la industria de la construcción es particularmente grave. No solo el sector ha repuntado con fuerza de la debacle financiera global del período 2008-2009, con proyectos como el emblemático Costanera Center en Santiago de nuevo en marcha, sino que también ha recibido una inyección de la reconstrucción tras el terremoto de febrero del 2010, que generó demanda de todo desde constructores y carpinteros hasta enlucidores y soldadores. El sector se expandió un 8% el año pasado y superó a la economía general en dos puntos porcentuales. A lo largo del país, las constructoras tienen problemas para encontrar los trabajadores que necesitan.
“Este es un problema que ha estado creciendo en los últimos dos años”, afirma Carolin Carboni, gerente de personas de Besalco, firma constructora que emplea a 9.300 personas.
“Hay una falta de calidad también”, añade. “La gente que está disponible no tiene el entrenamiento ni las habilidades necesarias. Las escuelas técnicas han hecho lo mejor que han podido para adaptar su malla curricular para que satisfaga las necesidades de las empresas, pero aún hay una brecha”.
Sergio Cavagnaro, gerente general de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), señala que su sector “ya está en el pleno empleo” y describe la situación como “crítica”. La cámara está capacitando mujeres para que asuman empleos que antes están reservados para los hombres e incluso está analizando la posibilidad de contratar reos según esquemas de salida diurna.
El problema no se limita en ningún caso a las constructoras. Minoristas como Walmart están teniendo dificultades para atraer y mantener personal, ya sean trabajadores sin calificación para rellenar las estanterías de los supermercados o profesionales calificados para administrar la
compañía.
“En período de alto desempleo, la gente viene a nosotros en busca de trabajo, pero en tiempos de pleno empleo como ahora, es al revés”, afirma Claudio Hohmann, gerente de asuntos corporativos de Walmart Chile. “Ahora, es la compañía la que tiene que salir y buscar trabajadores”.
Hohmann afirma que Walmart, que emplea a 40.000 personas en Chile, se ha vuelto más proactiva. “Estamos yendo a las universidades y exhibiendo a la empresa a gente joven, porque atraer talento se ha vuelto [algo] mucho más competitivo”.
El ejecutivo explica que la rotación de personal ha aumentado. Los jóvenes están ahora en una posición envidiable: pueden dejar un trabajo apenas meses después de haberlo conseguido e ir directo a otro, a menudo mejor remunerado.
Muchas empresas se quejan de perder personal frente a grandes empresas mineras en el norte de Chile. “Las mineras tienen la ventaja de que, a los márgenes a los que operan, pueden ofrecer salarios más atractivos”, afirma Hohmann. “Las minoristas operan con márgenes muy ajustados de modo que no podemos ofrecer siempre esa clase de salarios”.
No es una sorpresa entonces que los sueldos estén subiendo. Según el INE, los salarios en Chile han subido un 6,6% en términos reales desde el 2009 y el costo de la mano de obra se ha elevado en un 9%. La Cámara Chilena de la Construcción afirma que los sueldos en su sector se han incrementado en un 20% desde el 2009 e incluso más en el norte, donde el atractivo de las mineras es más fuerte. En su discurso del 21 de mayo, el presidente Sebastián Piñera señaló que la inflación salarial era del 6% al año, un 2,5% más que la inflación de precios al consumidor. Esa es una buena noticia para los trabajadores, pero no es tan buena para las nóminas salariales.
¡Más Trabajadores Por Favor!
Entonces, ¿dónde pueden encontrar estas empresas privadas más trabajadores a un precio razonable?
Una respuesta obvia yace en el gran potencial de las mujeres de Chile. Situada cerca del 50%, el país tiene una de las tasas más bajas de participación femenina en la fuerza laboral de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), si bien ha mejorado en los últimos años.
“Dado el nivel de desarrollo de Chile, esa tasa debería ser a lo menos un 15 por ciento superior a lo que es”, afirma Andrea Repetto. “Desde ese punto de vista, Chile no está ni siquiera cerca del pleno empleo. Aún hay mucho potencial para traer más trabajadores al mercado laboral”.
El Gobierno señala que está tratando de liberar ese potencial. El subsecretario Baranda apunta como ejemplo al programa Mujer Minera, lanzado en febrero de este año. El programa ofrece capacitación a 2.000 mujeres de los sectores más pobres de la sociedad para ayudarles a encontrar trabajo en la industria minera.
Pero aún hay obstáculos al empleo femenino, no solo las cláusulas extremadamente generosas de permiso maternal, que hacen que algunas empresas sean renuentes a contratar mujeres. Ignacio González de mandomedio.com afirma que ha notado una caída en la cantidad de mujeres que han sido contratadas desde que esas cláusulas se fortalecieron el año pasado.
Algunas mujeres señalan que les darían ganas de trabajar si tuvieran mejor acceso al cuidado infantil, pudieran trabajar en un horario flexible, si los salarios fueran más altos o si el transporte público fuera mejor, permitiéndoles llegar al trabajo más fácilmente y por menos dinero. Hasta que estos distintos problemas no se aborden, el potencial latente de la fuerza laboral de Chile posiblemente se mantenga simplemente así: latente.
Otra posible fuente de mano de obra está fuera de las fronteras de Chile. Hay millones de desempleados europeos y latinoamericanos ansiosos de trabajar, quienes potencialmente podrían encontrar empleos acá. González, cuya firma de headhunting tiene oficinas en Perú y Argentina además de en Chile, sostiene que las empresas chilenas a menudo se muestran reticentes a importar mano de obra, pero que eso está cambiando, debido a la necesidad. Afirma que las empresas están comenzando a mirar a España, donde la tasa de desempleo es superior al 20%, en miras a reclutar potenciales profesionales bien calificados.
No obstante, existe un límite respecto de cuántos extranjeros pueden trabajar en una empresa en Chile. En la actualidad, una compañía con 25 o más empleados en sus registros tiene que asegurar que al menos el 85% de su fuerza laboral está compuesta por chilenos.
Cavagnaro de la CChC afirma que muchas constructoras querrían contratar más inmigrantes peruanos, bolivianos y colombianos, pero que no pueden por temor a violar la ley. “Estamos hablando con el Ministerio del Trabajo sobre modificar esta norma”, señala.
No son solo los extranjeros los que están siendo atraídos a Chile por la posibilidad de trabajo. Los chilenos también. En momentos en que la situación económica en Europa sigue espantosa, muchos chilenos avecindados en esa región están volviendo a su patria. “Me llegan un montón de llamadas y CV de chilenos en Europa, que sienten que puede ser el momento para volver a casa”, comenta González.
Atrapados en la Edad de Piedra
La otra gran fuente de potencial mano de obra latente en Chile son los jóvenes. Hay demasiados jóvenes chilenos atrapados en sus casas, sin trabajo, los que dependen del respaldo financiero de sus padres.
En este punto, la capacitación es clave y el historial de Chile en esta área, lamentable. La ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, reconoció recientemente que cuando se trata de capacitación laboral, Chile está “en la Edad de Piedra”.
El Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE) es la entidad estatal encargada de fiscalizar la capacitación. El servicio ofrece una serie de subsidios, subvenciones y bonos a los empleadores y empleados para incentivar la capacitación, con particular énfasis en las mujeres, los jóvenes y los pobres.
El pilar central de la labor del SENCE es un esquema según el cual las empresas pueden postular a un crédito fiscal a cambio de entregar capacitación a sus trabajadores. Las empresas deciden quién se capacita y cómo.
Pero existe un creciente consenso en cuanto a que el sistema está fallando. En noviembre pasado, una comisión de expertos encabezado por el economista Osvaldo Larrañaga publicó un irrefutable informe sobre la capacitación en Chile, la que describe como “claramente deficiente” y “regresiva”. Cerca del 27% de los fondos para capacitación se destinaban al 20% más rico de la fuerza laboral, concluyó.
El problema es que, demasiado a menudo, el dinero llega a grandes empresas con empleados que ya están relativamente bien capacitados. No siempre llega a las pequeñas empresas que es donde más se necesita.
Más aún, debido a que las empresas pueden elegir el contenido de los cursos, tienden a concentrarse en habilidades no transferibles que son específicas de sus propias necesidades. No les entregan necesariamente a los trabajadores las habilidades que los beneficiarán más tarde en su vida.
Finalmente, los cursos tienden a ser demasiado cortos: 19 horas en promedio en el 2010. Eso no es demasiado tiempo para enseñar nada a nadie.
La comisión de Larrañaga concluyó que los créditos fiscales del SENCE equivalieron a US$226 millones en el 2010, lo que representa el 80% del gasto público total en capacitación. Los beneficios para las empresas eran claros, pero los beneficios para los trabajadores eran mucho menos.
“La comisión halló que cerca de dos tercios del gasto público en capacitación se canalizaba a iniciativas que no tenían ningún impacto en lo absoluto”, sostiene Bravo, quien fue miembro de la comisión.
El panel de expertos elogió algunos de los programas del SENCE, en particular los que se financiaban a través del Fondo Nacional de Capacitación (FONCAP), que apunta a jóvenes y pobres. Sin embargo, señaló que su impacto era mínimo. En el 2009, por ejemplo, hubo 441.000 personas de entre 18 y 25 años de edad que estaban desempleados y que pertenecían al 40% más pobre de los hogares chilenos. De estos, solo 12.000, menos del 3%, recibieron capacitación financiada por el FONCAP.
Dicho sea a su favor, la ministra Matthei se ha tomado en serio las recomendaciones de la comisión y se comprometió a enviar un proyecto de ley al Congreso para modernizar la capacitación laboral en Chile.
Francisco Agüero, quien fuera director nacional del SENCE y ahora es jefe de su departamento de Empresa y Empleo, sostiene que aún no se ha tomado una decisión sobre si se establece una reducción progresiva de los créditos fiscales, como recomendó la comisión. “Se está debatiendo y analizando”, afirma.
Pero ya sea que se descarte o no, el énfasis claramente se está alejando de los créditos fiscales hacia otros programas del SENCE.
“La ministra está interesada en particular en un nuevo programa denominado Formación para el Trabajo o FOTRAB, que ofrece cursos de capacitación mucho más largos, de entre 500 y 600 horas, y apunta a jóvenes de los quintiles más pobres”, señala Agüero.
La capacitación de esa duración requiere dinero, pero el gobierno parece comprometido a encontrarlo. Con US$57 millones, el presupuesto del FOTRAB para este año es un 162% superior al del año pasado y otros programas del SENCE también han recibido un provechoso financiamiento.
Mientras ese siga siendo el caso hay esperanzas de que los trabajadores chilenos del futuro estarán mejor dotados para hacer su trabajo, pero eso no resolverá el problema de corto plazo de cómo encontrar trabajadores adicionales justo ahora.
“La escasez laboral es buena en el sentido de que todos tienen empleo, pero es mala porque significa que el país podría estar creciendo más rápidamente y es incapaz de hacerlo”, señala Cavagnaro. “La economía tiene una mano atada a la espalda”.
Gideon Long trabaja como periodista freelance en Santiago
A couple of years ago, around a quarter of the people who walked through Ignacio González’s office door in the Santiago suburb of Las Condes were unemployed. Most were well-qualified professionals with impressive CVs but they were struggling to find work.
“That’s changed,” says González, general manager of mandomedio.com, a headhunting company. “These days everyone has a job. They come to us because they’re looking for a better one.”
Chile’s unemployment rate has fallen dramatically in the past three years. In mid-2009, at the height of the global financial crisis, it was close to 12%, but in the three months to the end of April this year it had dropped to just 6.5%, according to data from the national statistics institute, the INE.
It’s difficult to make historical comparisons using INE unemployment data because the institute changed its methodology in 2010. But statistics from the University of Chile, which has measured the jobless rate in the Greater Santiago area using unchanged criteria since 1957, suggest how low the current rate really is.
In December 2011, unemployment in the Santiago area (home to around a third of Chile’s population) fell to 6.2%, figures from the university’s Microdata Center show. That was its lowest level since March 1996.
In a speech in New York in April, Finance Minister Felipe Larraín said the government had created 720,000 new jobs since coming to power, at a rate nearly four times faster than under the previous government. Around 400,000 of those jobs have gone to women. “We’ve overseen the best period of job creation in our history,” said Larraín. “Some people say we’re at full employment, and perhaps we’re close to that.”
Unemployment is unlikely to stay so low and, indeed, there are already signs that it’s rising in some areas, due in part to seasonal factors (it usually climbs during the Southern Hemisphere winter due to agricultural redundancies). In its most recent survey, the University of Chile said the jobless rate in Santiago jumped to 8% in March, up 1.8 percentage points from three months earlier.
Even so, national unemployment is impressively low by historical standards, and David Bravo, an economics professor and director of the Microdata Center, says he expects it to average a lean 7% in 2012.
As ever, though, the devil is in the detail.
Firstly, there are big discrepancies between different sectors of the economy. Employment in the construction industry in Greater Santiago soared 14.8% year-on-year in March and 11.5% in industrial manufacturing. But during the same period, employment in the retail sector fell 10.5%.
Secondly, there are important differences between the respective employment rates for men and women. More than 70% of the potential male workforce is employed while for women the rate is barely 50%.
Thirdly, the headline figures mask a stubborn youth unemployment problem: 19.8% of the potential workforce aged between 20 and 24 is out of work compared to just 4.4% for those aged between 50 and 54.
Job quality is also an issue. Critics of the government say many of the new jobs are temporary, insecure or poorly paid. Wages remain relatively low. More than half of Chilean workers earn less than US$460 a month, points out Andrea Repetto, an economics professor at Adolfo Ibañez University.
A race for talent
For private companies, the low jobless rate means, first and foremost, a scarcity of labor.
“There’s a significant deficit of workers in mining, agriculture, construction, transport and some industrial sectors, although not all,” says Bruno Baranda, undersecretary for the Labor Ministry. “In the metalworking sector, for example, there’s a shortage of electricians and welders.”
One initiative that’s helped bring liquidity to the labor market is a government website, the National Employment Service (Bolsa Nacional de Empleo, www.bne.cl). Launched in 2011, it allows workers to upload their CVs and companies to advertise job vacancies. Some 200,000 CVs have been posted on the site and 300,000 jobs advertised.
Yet still there is a labor shortage and in the construction industry it is particularly acute. Not only has the sector bounced back strongly from the global financial meltdown of 2008/9, with projects like Santiago’s emblematic Costanera Center back on track, it also received a shot in the arm from reconstruction following the earthquake of February 2010, which generated demand for everything from builders and carpenters to plasterers and welders. The sector expanded 8% last year, outstripping the wider economy by two percentage points. Up and down the country, construction companies are struggling to find the workers they need.
“This is a problem which has been growing over the past two years,” says Carolin Carboni, human resources manager at Besalco, a construction company employing 9,300 people.
“There’s a lack of quality too,” she adds. “The people who are available don’t have the necessary skills and training. The technical colleges have done their best to adapt their curricula to meet company needs, but there’s still a gap.”
Sergio Cavagnaro, general manager of the Chilean Chamber of Construction (CChC), says his sector is “already at full employment” and describes the situation as “critical”. The chamber is training women to take jobs that were once the preserve of men and even looking into the possibility of taking on prisoners on day-release schemes.
The problem is by no means limited to construction firms. Retailers like Walmart are finding it tough to entice and keep staff – either unskilled workers to fill supermarket shelves or skilled professionals to run the company.
“In periods of high unemployment, people come to us to look for work, but in times of full employment like now, it’s the other way around,” says Claudio Hohmann, manager of corporate affairs at Walmart Chile. “Now, it’s the company that has to go out and look for workers.”
Hohmann says Walmart, which employs 40,000 people in Chile, has become more proactive. “We’re going out to the universities and showcasing the company to young people, because attracting talent has become much more competitive.”
He says staff turnover has increased. Young people are now in an enviable position: they can leave a job after just a few months and walk straight into another one, often with better pay.
Many companies complain of losing staff to the big mining companies in northern Chile. “Mining firms have the advantage that, at the margins at which they operate, they can offer more attractive wages,” says Hohmann. “Retailers operate at very tight margins so we can’t always offer those kinds of salaries.”
Unsurprisingly, wages are rising. According to the INE, salaries in Chile have risen 6.6% in real terms since 2009 and the cost of labor has risen 9%. The Chilean Chamber of Construction says wages in its sector have risen by 20% since 2009, and by even more in the north, where the lure of the mines is strongest. In his May 21 address to the nation, President Sebastián Piñera said wage inflation was running at 6% a year, a full 2.5% ahead of consumer price inflation. That’s good news for workers, but not so good for payrolls.
More workers please!
So, where can these private companies find more workers at a reasonable price?
One obvious answer lies in the great potential of Chile’s women. At around 50%, the country has one of the lowest rates of female participation in the workforce anywhere in the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD), although it has improved in recent years.
“Given Chile’s level of development, that rate should be at least 15 percentage points higher than it is,” says Andrea Repetto. “From that point of view, Chile isn’t even close to full employment. There’s still a lot of potential to bring more workers into the labor market.”
The government says it’s trying to unleash that potential. Undersecretary Baranda points to the Women Miner (Mujer Minera) program, launched in February this year, as one example. The program offers training to 2,000 women from the poorest sectors of society to help them find work in the mining industry.
But there are still obstacles to the employment of women, not least Chile’s extremely generous maternity leave provisions, which make some companies reluctant to hire women. Ignacio González at mandomedio.com says he’s noticed a fall in the number of women being hired since those provisions were strengthened last year.
Some women say they would be tempted to work if they had better access to childcare, could work flexible hours, if wages were higher or if public transport were better, allowing them to travel to work more easily and more cheaply. Until these various problems are addressed, the untapped potential of Chile’s female workforce is likely to remain just that – untapped.
Another potential source of labor lies outside Chile’s borders. There are millions of unemployed Europeans and work-hungry Latin Americans who could potentially find jobs here. González, whose headhunting company has offices in Peru and Argentina as well as Chile, says Chilean firms are often reluctant to import labor from abroad, but that is changing, due to necessity. He says companies are starting to look to Spain, where the jobless rate is over 20%, for potential well-qualified professional recruits.
But there is a limit to how many foreigners can work in Chile. At present, any company with 25 or more employees on its books has to ensure that at least 85% of its workforce is Chilean.
The CChC’s Cavagnaro says many construction companies would like to take on more Peruvian, Bolivian and Colombian migrants but they can’t, for fear of breaking the law. “We’re talking to the Labor Ministry about modifying that rule,” he says.
It’s not just foreigners who are being lured to Chile by the prospect of work. Chileans are too. As the economic situation in Europe remains dire, many Chileans there are returning to their homeland. “I’m getting a lot of calls and CVs from Chileans in Europe who feel it’s maybe time to come home,” says González.
Stuck in the Stone Age
The other great source of untapped potential labor in Chile is its youth. There are far too many young Chileans stuck at home, without work, reliant on their parents for financial support.
Here, training is key, and Chile’s record in this area is lamentable. Labor Minister Evelyn Matthei recently acknowledged that when it comes to employee training, Chile is “in the Stone Age”.
The National Service of Training and Employment (SENCE) is the state entity charged with overseeing training. It offers a range of subsidies, grants and bonuses to employers and employees to incentivize training, with a particular emphasis on women, the young and the poor.
The central pillar of the SENCE’s work is a scheme under which companies can apply for a tax credit in exchange for providing their workers with training. The companies decide who is trained and how.
But there is a growing consensus that the system is failing. Last November, a commission of experts headed by the economist Osvaldo Larrañaga published a damning report on training in Chile, describing it as “clearly deficient” and “regressive”. Some 27% of funds for training were going to the richest 20% of the workforce, it found.
The problem is that, all too often, the money goes to large companies with employees who are already relatively well trained. It doesn’t find its way to small companies where it’s most needed.
Furthermore, because the companies choose the content of the courses, they tend to focus on non-transferable skills that are specific to their own needs. They don’t necessarily give workers skills that will benefit them in later life.
Finally, the courses tend to be too short – 19 hours on average in 2010. That’s not much time to teach anyone anything.
Larrañaga’s commission found that SENCE’s tax credits were worth US$226 million in 2010, accounting for 80% of total public spending on training. The benefits to companies were clear, but the benefits to workers far less so.
“The commission found that around two-thirds of public spending on training was channeled into initiatives that had no impact whatsoever,” says Bravo, who was a member of the commission.
The panel of experts praised some SENCE programs, particularly those financed through the National Training Fund (FONCAP), targeting young, poor people. But it said their impact was minimal. In 2009, for example, there were 441,000 people aged between 18 and 25 who were unemployed and who belonged to the poorest 40% of Chilean households. Of these, only 12,000, less than 3%, received FONCAP-funded training.
To her credit, Minister Matthei has taken the commission’s recommendations to heart and promised to send a bill to Congress to overhaul employee training in Chile.
Francisco Agüero, a former national director of SENCE and now the head of its companies’ department, says no decision has yet been taken on whether to phase out the system of tax credits, as the commission recommended. “It’s being debated and analyzed,” he says.
But whether it’s scrapped or not, the emphasis is clearly moving away from tax credits towards other SENCE programs.
“The minister is particularly interested in a new program called Training For Work (Formación para el Trabajo or FOTRAB), that offers much longer training courses, of between 500 and 600 hours, and targets young people from the poorest quintiles,” says Agüero.
Training of that duration requires money, but the government seems committed to finding it. At US$57 million, FOTRAB’s budget for this year is 162% higher than last year, and other SENCE programs are also being handsomely financed.
While that remains the case there is hope that the Chilean workers of the future will be better equipped to do their jobs, but that won’t solve the short-term problem of how to find extra workers right now.
“The labor shortage is good in the sense that everyone has jobs, but it’s bad because it means the country could be growing more quickly, and it’s unable to do so,” says Cavagnaro. “The economy has one hand tied behind its back.”
Gideon Long is a freelance journalist based in Santiago