El Dilema de la Sequía de ChileChile’s Drought Dilemma

20 Abril 2011

En los últimos años, los chilenos se han acostumbrado a oír hablar sobre La Niña. En contraste con El Niño, el fenómeno climático trae consigo condiciones meteorológicas inusualmente calurosas y secas a la costa del Pacífico en América del Sur, lo que reduce las lluvias desde el sur de Chile hasta el norte de Colombia.


El año pasado se volvió a sentir. Las últimas cifras de la Dirección General de Aguas (DGA) de Chile, parte del Ministerio de Obras Públicas, muestran que los embalses del país estaban en apenas un tercio de su capacidad total con los niveles de agua un 45 por ciento por debajo de su promedio histórico.


La sequía ha sido menos severa que la anterior en el período 2007-2008 con escasez de agua declarada en apenas 9 zonas frente a las 34 zonas de hace tres años, pero la zona central de Chile se ha visto duramente afectada.


Esta vez es la Región de Coquimbo la que se ha visto más golpeada.


En enero, el Ministerio de Obras Públicas declaró emergencia de obras de agua rural para toda la región y algunas zonas de la vecina Región de Valparaíso, debido a que quedó claro que las bajas lluvias del año pasado podrían amenazar los suministros de agua para los agricultores.


Esto da al Gobierno facultades para intervenir los sistemas de riego, entregar suministros de agua de emergencia a comunidades rurales y pienso para animales para el ganado que no cuenta con suficiente pasto.


Dada la importancia de la agricultura en Coquimbo -la región produce el 40 por ciento de las exportaciones de cítricos de Chile y más de la mitad de sus papas-, la sequía amenaza con tener un serio impacto en su economía que, como el resto de Chile, se ha venido recuperando de la crisis financiera del 2008.


Con menos agua en los canales de riego, los agricultores están plantando menos y podando los árboles existentes de modo que no den fruto y sobrevivan a la sequía, afirma Sergio Gahona, intendente de la Región de Coquimbo.


Esto significa menos para cosechar y empacar con un efecto potencialmente drástico en el empleo estacional en la agricultura de la región, el que corresponde a un 8 por ciento de la fuerza laboral de Coquimbo.


“El problema no va a ser esta temporada, sino la siguiente”, sentencia Gahona.


Hasta 3.000 empleos se podrían perder producto de la sequía, mientras que el crecimiento económico podría reducirse en un 1 punto porcentual, añade.


El gobierno regional ahora está preparando programas de empleo de emergencia para ayudar a mantener a la gente trabajando durante el período de sequía. Muchos serán empleados en proyectos para mejorar los suministros de agua, profundizar y ampliar los actuales pozos de agua, y fortalecer los canales.


En total, Gahona estima que el gobierno gastará US$ 10 millones adicionales este año para mitigar el impacto de la sequía en la región.


Si bien Coquimbo ha sentido la mayor parte de la sequía, La Niña se ha sentido a lo largo de la zona central y sur de Chile por medio de su efecto sobre los suministros eléctricos.


Bajos Embalses


La hidroelectricidad corresponde a cerca del 45 por ciento de la capacidad instalada del Sistema Interconectado Central (SIC), la principal red eléctrica del país, pero sólo un embalse en todo el país –Laja– tiene la capacidad para almacenar agua de un año para otro, lo que hace que el sistema sea altamente vulnerable a las variaciones anuales de las lluvias.


El invierno seco del año pasado dejó los niveles de agua en los embalses hidroeléctricos cerca de mínimos históricos y, en algunos casos, las centrales están teniendo dificultades para generar electricidad. Los niveles de agua en el enorme embalse Rapel, a 120 kilómetros al suroeste de Santiago, han caído tanto que los edificios inundados con su construcción se han vuelto visibles por primera vez en casi 40 años.


Como resultado, la generación hidroeléctrica ha declinado en casi un 20 por ciento respecto de un año atrás.


Desafortunadamente, este escenario es demasiado familiar para los chilenos. Una crisis energética en 1998, causada por un invierno seco, obligó al gobierno a implementar apagones sucesivos para ahorrar agua, lo que fue seguido por otra crisis en el 2008.


El gobierno confía en que el racionamiento no será necesario esta vez, pero como precaución, ordenó que los embalses de más al sur conservaran agua, que se redujera el voltaje en el SIC en un 10 por ciento e instó a los hogares y las industrias a reducir el consumo. El horario de verano (para ahorrar energía) se extendió además en un par de meses para aprovechar la luz del sol durante las tardes, en las que se consumen grandes cantidades de energía.


No obstante, el mayor impacto estará en los precios de la electricidad al tiempo que para cubrir la escasez, el sector eléctrico se vuelca hacia centrales eléctricas a diésel, las que son más costosas. Los precios de la electricidad en el SIC ya se han duplicado con creces en los últimos meses a cerca de US$ 220 por megavatio hora.


Esto significa mayores cuentas para las familias y la industria, lo que está haciendo subir la inflación, si bien son las propias empresas de electricidad, expuesta a los precios de mercado, las que podrían verse más afectadas.


Una solución es construir más embalses, pero tras décadas de desarrollo los sitios mejores y más sencillos ya se han desarrollado, afirma el ministro de Minería y Energía, Laurence Golborne. Los que quedan son ya sea los menos eficientes o bien los que se ubican en áreas ambiental o socialmente delicadas.


La mayor parte del potencial hidroeléctrico de Chile yace en el extremo sur del país, en la remota Región de Aysén donde Colbún, Endesa y Xstrata están impulsando planes para desarrollar embalses pese a la vehemente oposición de los ambientalistas. A diferencia de la zona central de Chile, Aysén no está sujeto a los mismos ciclos de lluvia que regularmente afectan la hidroelectricidad más al norte, lo que asegura una fuente de energía mucho más confiable.


Sin embargo, debido a las dificultades para obtener los permisos y transportar la electricidad a los centros de consumo, sigue siendo incierto cuándo, o si es que, estos embalses se desarrollarán.


Mientras tanto, la industria eléctrica recurre cada vez más a las centrales termoeléctricas para satisfacer la creciente demanda de electricidad de Chile, las que reducirían el impacto de futuras sequías sobre el suministro eléctrico, pero generan otras preocupaciones, en especial de carácter ambiental.


Cambio Climático


Si bien el efecto de la sequía de este año podría ser limitado y de corta duración, parece que tales eventos se están volviendo más frecuentes y forman parte de una tendencia más amplia.


“Este no es un problema nuevo”, sostiene Gahona de Coquimbo. “Ha habido escasez de agua durante los últimos 10 años, evidentemente el problema es acumulativo.”.


Un sospechoso es el cambio climático: un informe del 2009 realizado por la Pontificia Universidad Católica de Chile sobre el impacto del calentamiento global en Chile sugirió que el país se volverá más caluroso y más seco durante la próxima década, lo que significa veranos más templados en el sur, pero efectos potencialmente catastróficos en el ya árido norte del país.


El futuro impacto del calentamiento global está lejos de estar claro. De hecho, otros modelos sugieren que el norte de Chile podría registrar más lluvias como resultado de él, pero es un riesgo que las empresas están tomando seriamente.


Alrededor del mundo, el agua es considerada cada vez más como un activo estratégico para las empresas y los gobiernos, en particular en donde escasea.


Este ciertamente es el caso del norte de Chile, que alberga al desierto más árido del mundo, en donde -tras dos décadas de rápida expansión- las ciudades, la agricultura y la industria minera se encuentran crecientemente en disputa por los escasos suministros de agua de la región.


En algunas cuencas de ríos, el Gobierno ha tomado medidas, por ejemplo, mediante la prohibición del otorgamiento de nuevos derechos de agua desde el acuífero de Calama. En otras, como en el Valle de Copiapó, parece ser demasiado tarde. Los derechos de extracción otorgados por el Gobierno superaron el volumen de agua disponible y en consecuencia, el nivel del acuífero subterráneo ha caído por años.


Cada Gota Cuenta


Para regiones dependientes de la agricultura como la de Coquimbo, encontrar maneras de utilizar los suministros de agua de manera más eficiente es vital a fin de mantener el crecimiento.


Los agricultores de Coquimbo son relativamente eficientes en el uso de agua y más de la mitad emplea técnicas avanzadas de riego, pero hasta el 70 por ciento del agua se pierde en la red de canales de riego de 536 kilómetros que tiene la región, de los cuales sólo el 10 por ciento está revestido, señala Gahona.


El gobierno ahora planea desembolsar US$ 220 millones para revestir canales en puntos clave, pero la solución de largo plazo es construir una serie de embalses durante la próxima década que elevarán la capacidad de almacenamiento del país en un 25 por ciento a cerca de 5.000 millones de metros cúbicos.


Siete de estos se construirán en Coquimbo, lo que aumentará la capacidad de almacenamiento de agua de la región en un 23 por ciento a 1,6 millones de metros cúbicos.


Según Gahona, la expansión es mejor tarde que nunca. "Estos son proyectos que deberían haberse llevado a cabo hace 15 años", afirma.


Más que sólo añadir capacidad de almacenamiento, los nuevos embalses permitirán que Coquimbo expanda su tierra agrícola en un 50 por ciento a 113.000 hectáreas.


"Esto será un impulso para el desarrollo”, señala el intendente.


Pero además de construir nueva infraestructura, Gahona sostiene que la región también tendrá que encontrar maneras de utilizar el agua con mayor eficiencia, incluida la plantación de cultivos que necesiten menos riego como los olivos.


Chile se ha convertido en un importante productor de aceitunas en los últimos años, pero relativamente pocos olivos se desarrollan en Coquimbo. Producir más cultivos como este permitiría que la agricultura de la región crezca sin usar más agua y la haría más resistente a las sequías, indica Gahona.


Mineras Sedientas


Quizás la industria más amenazada por la escasez de agua de Chile sea la minera.


El recurso es de vital importancia para el sector, que consume enormes volúmenes para separar valiosos minerales con contenido de cobre de minerales más pesados en enormes celdas de flotación.


No obstante, la industria consume sorprendentemente poca agua si se le compara con otras actividades, sostiene Jorge Proust, consultor de agua para la industria minera.


En las regiones del norte de Chile, la minería extrae menos de 12 metros cúbicos por segundo, lo que se compara con los casi 40 metros cúbicos utilizados por las empresas de agua y los 170 metros cúbicos de la agricultura.


El problema es que la minería está concentrada en su gran mayoría en el árido extremo norte del país, lo que significa que es un importante consumidor justo donde los suministros son más escasos. En la Región de Antofagasta, donde la agricultura es insignificante, el sector corresponde a casi dos tercios del consumo de agua.


Con el agua ya en baja provisión, la industria minera se ha esforzado con cierto éxito en mejorar la eficiencia, reutilizando el agua una y otra vez para minimizar la extracción.


Según la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), la industria minera usó apenas 0,79 de metro cúbico de agua para procesar una tonelada de mineral en el 2006, un 28 por ciento menos que los 1,1 metros cúbicos del 2000.


No obstante, las leyes minerales en casi todas las minas han estado cayendo, lo que significa que las empresas mineras deben procesar más mineral para producir la misma cantidad del metal.


Alistair Marsh, gerente de aguas residuales de la firma local de soluciones químicas Sinquiver, afirma que la industria chilena podría hacer más en términos de la reutilización del agua.


La tecnología de membranas permite a las industrias reciclar el agua de manera casi indefinida, lo que reduce drásticamente el consumo, destaca.


Dicha tecnología es costosa y utiliza mucha energía, pero los beneficios serían significativos. Los productores chilenos de celulosa, presionados por el impacto ambiental de sus emisiones, la están evaluando, asevera Marsh.


Y pronto podrían no tener opción. La DGA, junto con otras entidades públicas, está tratando de introducir regulaciones que forzarían a las empresas a reciclar agua y usarla de manera más eficiente.


Aún así, la minería necesita más agua.


Con el precio del cobre y otros metales en máximos récord, la industria planifica una enorme expansión para incrementar la producción del metal rojo en un 35 por ciento para el 2020 y triplicar la producción de oro.


Según Cochilco, esto implicará un aumento del 45 por ciento en la cantidad de agua consumida por la industria.


No obstante, hallar nuevas fuentes de agua es cada vez más difícil, si no imposible. Y, aún cuando se encontraran nuevas fuentes, otras preocupaciones podrían interponerse.


Los planes de BHP Billiton de bombear agua de acuíferos ubicados a mucha altura en la cordillera de los Andes a 190 kilómetros de su mina de cobre Escondida, la más grande del mundo, fueron pospuestos luego que las autoridades ambientales manifestaran sus preocupación sobre el efecto del proyecto en los humedales de las zonas cercanas.


Agua, Agua, Por Todas Partes


Una fuente más próxima es el Océano Pacífico, que no tiene ninguna escasez de agua.


Esta opción, ya sea a través de la desalinización o bien mediante la utilización de agua salada sin tratar en los distintos procesos, aún se encuentra en sus primeras etapas, pero se espera que gane terreno dada la falta de alternativas para la industria.


BHP Billiton ya suministra agua a Escondida desde una planta de desalinización y ha presentado planes para una planta mucho más grande, avaluada en más de US$ 3.500 millones.


La firma de mineral de hierro CAP y la canadiense Goldcorp están evaluando plantas de desalinización para nuevas minas en la Región de Atacama.


En tanto, Antofagasta Minerals inauguró recientemente su nueva mina Esperanza, la primera en Chile en usar un 100 por ciento de agua salada en sus operaciones.


La utilización de agua salada genera costos adicionales. Además de las instalaciones, desalinizar el agua y bombearla a la mina requiere enormes cantidades de electricidad, en especial para operaciones ubicadas bien tierra adentro y a miles de metros por sobre el nivel del mar.


Pero este es un costo que las empresas mineras están cada vez más preparadas para asumir.


“Sin el agua salada, habría sido muy difícil dado el volumen de agua que requerimos”, dijo a bUSiness CHILE Christian Thiele, gerente general de la mina Esperanza, en la inauguración de la mina, oportunidad en la que elogió como un ejemplo de innovación al presidente Sebastián Piñera.


Algunos en el Gobierno lo ven como la única opción de la industria en áreas donde el agua es escasa. "La industria minera tiene que aceptar que tiene que usar agua salada”, asevera Gahona.


Otro plan impulsado por algunos es construir una ducto gigante para bombear agua dulce desde el templado sur de Chile hacia el árido norte del país.


Los costos podrían ser considerablemente más bajos que construir una serie de plantas de desalinización si se hace con un tamaño suficientemente grande. Pero extraer agua del sur para abastecer al norte generaría cuestiones políticas, señala Proust.


Las regiones del sur de Chile -que cuentan con grandes recursos de agua, como las del Bío Bío y La Araucanía, y figuran entre las más pobres del país- podrían ver truncado su desarrollo económico, al tiempo que las sequísimas regiones mineras de Chile se vuelven más ricas.


Por ahora el ducto sigue siendo un sueño, pero la sed de la industria minera debe apagarse para que Chile continúe creciendo. Con La Niña como una constante amenaza, Chile debe idear una forma de manejar sus recursos hídricos de manera eficiente o el germen del desarrollo podría marchitarse.


Tom Azzopardi trabaja como periodista freelance en Santiago




In recent years, Chileans have got used to hearing about La Niña. In contrast to El Niño, the climatic phenomenon brings unusually hot, dry weather to South America’s Pacific Coast, reducing rainfall from southern Chile to northern Colombia.


Last year it struck again. The latest figures from Chile’s National Water Board (DGA), part of the Public Works Ministry, show that the country’s reservoirs were at just one third of their total capacity with water levels 45 percent below their historic average.


The drought has been less severe than the previous one in 2007-2008 with water shortages declared in just nine zones compared to 34 zones three years ago, but central Chile has been badly hit.


This time it is the region of Coquimbo that has been worst affected.


In January, the Public Works Ministry declared a water emergency for the whole region and parts of neighboring Valparaiso, as it became apparent that low rainfall last year could threaten water supplies to farmers.


This gives the government power to intervene in irrigation systems, provide emergency water supplies to rural communities and animal feed for herds left without sufficient pasture.


Given the importance of farming in Coquimbo – the region produces 40 percent of Chile’s citrus exports and more than half of its potatoes – the drought threatens to have a serious impact on its economy which, like the rest of Chile, has been recovering from the 2008 financial crisis.


With less water in irrigation dykes, farmers are planting less and pruning existing trees back so they don’t bear fruit and survive the drought, says Sergio Gahona, governor of the Coquimbo region.


This means less to pick and pack with a potentially dramatic impact on seasonal employment in the region’s agriculture which accounts for 8 percent of the workforce in Coquimbo.


“The problem is not going to be this season but the next one,” says Gahona.


As many as 3,000 jobs could be lost as a result of the drought, while economic growth may be curtailed by one percentage point, he adds.


The regional government is now preparing emergency job programs to help keep people in work through the dry spell. Many will be employed in projects to improve water supplies, deepening and widening existing water wells and strengthening canals.


In total, Gahona estimates the government will spend an additional US$10 million this year to mitigate the drought’s impact in the region.


While Coquimbo has borne the brunt of the drought, La Niña is being felt throughout central and southern Chile through its impact on power supplies.


Low reservoirs


Hydroelectricity accounts for around 45 percent of installed capacity in the country’s main power grid, the Sistema Interconectada Central (SIC), but just one reservoir in the whole country – Laja – has capacity to store water from one year to another, which makes the system highly vulnerable to annual variations in rainfall.


Last year’s dry winter has left water levels at hydropower reservoirs near historic lows and, in some cases, plants are struggling to produce electricity. Water levels at the giant Rapel reservoir, 120 km southwest of Santiago, have fallen so low that buildings flooded by its construction have become visible for the first time in almost 40 years.


As a result, hydroelectric generation has fallen by almost 20 percent compared to a year ago.


Unfortunately, this scenario is all too familiar to Chileans. An energy crisis in 1998, caused by a dry winter, forced the government to implement rolling blackouts to save water, which was followed by another crisis in 2008.


The government is confident that rationing will not be necessary this time but, as a precaution, it has ordered reservoirs further south to preserve water, cut the voltage in the SIC by 10 percent and urged households and industry to reduce consumption. Daylight saving time has also been extended by a couple of months to keep the sun up during the energy-intensive evenings.


The bigger impact though will be on electricity prices as the power industry turns to more expensive oil-fired power plants to cover the shortfall. Power prices in the SIC have already more than doubled in recent months to around US$220 a megawatt hour.


This means higher bills for households and industry which is driving up inflation, although it is the power companies themselves, exposed to spot prices, that may be worst affected.


One solution is to build more reservoirs, but after decades of development the best and easiest sites have already been developed, says Mining and Energy Minister Laurence Golborne. Those remaining are either less efficient or in environmentally and socially sensitive areas.


The bulk of Chile’s hydropower potential lies in the remote southern region of Aysén where Colbún, Endesa and Xstrata are pushing plans to develop reservoirs despite vehement opposition from environmentalists. Unlike central Chile, Aysén is not subject to the same cyclical rainfall which regularly cripples hydropower further north, ensuring a much more reliable energy source.


But, due to difficulties in permitting and transporting the power to centers of consumption, it remains uncertain when, or if, these dams will be developed.


In the meantime, the power industry is looking increasingly to thermoelectric plants to meet Chile’s growing demand for electricity, which would reduce the impact of future droughts on power supplies but raise other concerns, especially environmental ones.


Climate change


While the impact of this year’s drought may be limited and short-lived, it appears that such events are becoming more frequent and form part of a wider trend.


"This is not a new problem,” says Coquimbo’s Gahona. “There has been a shortage of water during the last ten years, evidently the problem is accumulative.”


One suspect is climate change: a 2009 report by Santiago’s Catholic University into the impact of global warming on Chile suggested that the country will become hotter and drier over the next century, meaning balmier summers in the south but potentially catastrophic effects on the already arid north.


The future impact of global warming is far from clear. In fact, other models suggest northern Chile could see more rain as a result, but it is a risk that companies are taking seriously.


Around the world, water is increasingly viewed as a strategic asset by business and government, particularly where it is in short supply.


This is certainly the case in northern Chile, home to the world’s driest desert, where, after two decades of rapid expansion, cities, agriculture and the mining industry are finding themselves increasingly at loggerheads over the region’s scant water supplies.


In some river basins, the government has taken action, for instance, by banning the granting of new water rights from the Calama aquifer. In others, such as the Copiapó Valley, it appears to be too late. Extraction rights granted by the government exceed the volume of water available, and the level of the underground aquifer has consequently been falling for years.


Every drop counts


For agriculture-dependent regions like Coquimbo, finding ways to use water supplies more efficiently is vital to maintain growth.


Coquimbo’s farmers are relatively efficient at using water and more than half use advanced irrigation techniques, but up to 70 percent of the water is lost in the region’s 536 km network of irrigation canals of which just 10 percent is lined, says Gahona.


The government now plans to spend US$220 million lining the canals at critical points, but the long-term solution is to build a series of new reservoirs over the next decade that will lift the country’s water storage capacity by 25 percent to close to five billion cubic meters.


Seven of these will be built in Coquimbo, raising the region’s water storage capacity by 23 percent to 1.6 million cubic meters.


According to Gahona, the expansion is better late than never. "These are projects which should have been carried out 15 years ago," he says.


More than just adding storage capacity, the new reservoirs will allow Coquimbo to expand its farmland by 50 percent to 113,000 hectares.


"This will be a major boost to development,” the governor says.


But as well as building new infrastructure, Gahona says the region will also have to find ways of using water more effectively including planting crops that need less irrigation such as olives.


Chile has become a major olive producer in recent years, but relatively few are grown in Coquimbo. Producing more crops like this would allow the region´s agriculture to grow without using more water and make it more resistant to droughts, says Gahona.


Thirsty miners


Perhaps the industry most at threat from Chile’s water shortage is the mining industry.


The resource is of vital importance to the sector which consumes huge volumes to separate valuable copper-bearing minerals from heavier ore in giant floatation cells.


But the industry consumes surprisingly little water compared with other activities, says Jorge Proust, a water consultant to the mining industry.


In Chile’s northern regions, mining extracts less than 12 cubic meters per second compared to almost 40 cubic meters used by water utilities and 170 cubic meters by farming.


The trouble is that mining is overwhelmingly concentrated in the arid far-north of the country meaning that it is a major consumer just where supplies are scarcest. In the Antofagasta Region, where agriculture is negligible, the industry accounts for almost two thirds of water consumption.


With water already in short supply, the mining industry has strived with some success to improve efficiency, reusing water over and over to minimize extraction.


According to the Chilean Copper Commission (Cochilco), the mining industry used just 0.79 cubic meters of water to process a ton of ore in 2006, down 28 percent from 1.1 cubic meters in 2000.


But ore grades at almost all mines have been sliding, meaning mining companies must process more ore to produce the same amount of metal.


Alistair Marsh, wastewater manager at local chemical solutions firm Sinquiver, says Chilean industry could do more in terms of reusing water.


Membrane technology allows industries to recycle water almost indefinitely, drastically reducing consumption, he points out.


Such technology is expensive and energy intensive but the benefits would be significant. Chilean pulp producers, under pressure over the environmental impact of their emissions, are considering it, says Marsh.


And soon they may not have a choice. The DGA, together with other public bodies, is looking at introducing regulations that would force companies to recycle water and use it more efficiently.


Still, mining needs more water.


With the price of copper and other metals at record highs, the industry is planning a massive expansion to increase copper production by 35 percent by 2020 and triple gold output.


According to Cochilco, this will imply a 45 percent surge in the amount of water consumed by the industry.


But finding fresh sources of water is increasingly difficult, if not impossible. And, even if new sources are found, other concerns may get in the way.


Plans by BHP Billiton to pump water from aquifers high in the Andes Mountains 190 km to its Escondida copper mine, the world’s largest, were shelved after environmental authorities raised concern about the project’s impact on nearby wetlands.


Water, water, everywhere


A closer source is the Pacific Ocean which has no shortage of water.


This option, whether through desalination or using untreated seawater in processes, is still in its infancy but is expected to gain ground given the lack of alternatives for the industry.


BHP Billiton already supplies water to Escondida from a desalination plant and has submitted plans for a much bigger plant, worth more than US$3.5 billion.


Iron ore miner CAP and Canada’s Goldcorp are considering desalination plants for new mines in the Atacama Region.


Meanwhile, Antofagasta Minerals recently inaugurated its new Esperanza mine, the first in Chile to use 100 percent seawater in its operations.


Using seawater brings additional costs. As well as the installations, desalinating the water and pumping it to the mine requires huge amounts of electricity, especially for operations located far inland and thousands of meters above sea level.


But this is a cost mining companies are increasingly prepared to assume.


“Without seawater, it would have been very difficult given the volume of water that we require,” Christian Thiele, general manager of the Esperanza mine, told bUSiness CHILE at the mine’s inauguration where it was praised as an example of innovation by President Sebastián Piñera.


Some in government see it as the industry’s only option in areas where water is scarce. "The mining industry has to accept that it's got to use seawater,” says Gahona.


Another plan floated by some is to build a giant pipeline to pump freshwater from Chile’s temperate south to the arid north.


The costs could be considerably lower than building a series of desalination plants if done on a sufficiently large scale. But extracting water from the south to supply the north would raise political questions, says Proust.


Southern water-rich regions like Biobío and Araucanía, amongst the poorest in the country, could see their economic development curtailed, while Chile’s bone-dry mining regions grow wealthier.


For now the pipeline remains a pipedream, but the mining industry’s thirst must be quenched for Chile to continue growing. With La Niña a constant threat, Chile must figure out how to manage its water resources efficiently or the seedling of development may wither.


Tom Azzopardi is a freelance journalist based in Santiago



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