Educación para ChileTeach for Chile

17 Diciembre 2013

Tomás Recart nunca esperó trabajar en el área de la educación. Cuando estudiaba ingeniería en la Pontificia Universidad Católica de Chile hace más de una década quería aprender haciendo. No obstante, hoy es director ejecutivo de Enseña Chile, organización con sede en Santiago que recluta a graduados de universidades chilenas para hacer clases por dos años en colegios de barrios de escasos recursos.

Recart se agarró el “virus” de la educación como dice él en el 2002. Graduado de 24 años, estaba trabajando en un programa de software para mejorar la asistencia en escuelas de Puente Alto, una de las áreas más pobres de Santiago. “Podías oler la falta de esperanza”, señala. “Empecé a sentir un gran sentido de urgencia en mi estómago”.

Descubrió que cambios relativamente menores podían hacer una gran diferencia para escuelas con dificultades como las de Puente Alto. “Mi sentido de posibilidad creció todavía más, hay tantas cosas que cambiar, pero cada cosa tiene una solución”.

Pocos años después, motivado aún más por la Revolución de los Pingüinos en Chile en el 2006, se inscribió en la Harvard Kennedy School of Government. Ahí conoció a Wendy Kopp, fundadora de Teach For America (TFA), organización que coloca a graduados estadounidenses en escuelas de bajos ingresos.

Su visión lo impresionó inmediatamente. “Ella dijo ‘cuando el sistema está roto no trates de resolverlo tú mismo, concéntrate en construir un puente entre la gente más talentosa en tu país y el mayor problema en tu país’”.

Se enteró por otros compañeros que no era el único interesado en traer el modelo de Teach For America a Chile y así se reunieron en Nueva York para comenzar a trabajar en una propuesta.

En el 2008, Recart y sus colegas fundaron Enseña Chile y se unieron a la red global Teach for All lanzada por TFA y Teach First, la que ahora incluye a 30 países. En agosto de ese año, Enseña Chile comenzó a recibir postulaciones.

“En dos meses teníamos 326 postulaciones y seleccionamos 40 de las cuales 29 aceptaron”, comenta. Desde entonces la cantidad de postulantes ha aumentado y este año Enseña Chile colocó a 136 profesores en 69 escuelas en las regiones de La Araucanía, Los Ríos, Valparaíso y Metropolitana de Santiago. Más de 20.000 estudiantes se han visto beneficiados.

Enseña Chile recibe el 20% de su presupuesto del Ministerio de Educación y el resto proviene de donaciones corporativas e individuales, incluido el 70% de cinco socios estratégicos: Bci, Entel, Anglo American, Empresas Copec y la ONG de educación sin fines de lucro Fundación Mustakis. Estos socios también ayudan con la estrategia y entregan asesoría de gestión, explica Recart.

Un tercio del presupuesto se gasta en reclutamiento, mayoritariamente en las seis principales universidades del país. Se apunta especialmente a las facultades de ingeniería, comenta, porque las mayores carencias de las escuelas chilenas son matemáticas, ciencia e inglés.

El riguroso proceso de selección incluye ensayos seguidos por entrevistas personales para eliminar a quienes no están a la altura. Solo uno de cada 10 postulantes pasa esta etapa.

Tomás Rivadeneira es un alumno del grupo 2010-2011. Luego de estudiar ingeniería en la Universidad Católica decidió postular, porque quería trabajar en algo en donde pudiera “hacer una diferencia”, señala. Además quería conocer de primera fuente el sistema de educación de Chile.

“Para mí fue muy valioso compartir dos años día a día con estudiantes, muchos de ellos en una situación de vulnerabilidad, para darme cuenta de sus problemas y los de sus profesores”, comenta.

Los profesores de Enseña Chile reciben un mes de capacitación antes de entrar a una sala de clases y siguen capacitándose los fines de semana durante el programa. “La capacitación es buena, pero nunca es suficiente para la realidad que enfrentas”, asevera Rivadeneira.

Una crítica de Teach for America ha sido la falta de capacitación comparada con la de profesores de jornada completa. Sin embargo, Recart sostiene que los seleccionados en Chile ya cuentan con las habilidades para enseñar y perfeccionan esas habilidades en la sala de clases. “Creemos que la buena capacitación tiene que incluir experiencia en la sala de clases”.

El sueldo no es un gran atractivo. Los candidatos que resultan elegidos ganan 400.000 pesos (cerca de US$800) mensuales, que es cerca de un tercio de lo que podrían ganar al comenzar su carrera en profesiones como ingeniería. Pero el dinero no lo es todo.

“Entienden que esto es algo que no van a conseguir haciendo planillas de Excel y presentaciones en Powerpoint”, subraya Recart.

Enseña Chile también entrega feedback a sus profesores y mide el desempeño de sus alumnos, que es algo que las facultades de educación en Chile no hacen. “Algunas personas dicen que cualquiera puede enseñar, pero eso no es cierto”, asevera.

Y la demanda de profesores es enorme. El año pasado 35 escuelas que pidieron profesores no los consiguieron. La prioridad se da a escuelas que ya hayan participado y que tengan alumnos de familias de escasos recursos, explica Recart.

Muchos profesores se contagian del virus de la educación. Recart dice que el 75% de los alumnos sigue trabajando a jornada completa en educación ya sea enseñando, como emprendedores sociales o en el gobierno. Otro 12% sigue estudiando, 5% trabaja en compañías y el resto comienza empresas
o trabaja en ONG no relacionadas con educación.

“No queremos que todos ellos sean profesores, necesitamos gente de todos los ámbitos”, sostiene.

Aún es muy pronto, pero Recart sostiene que Enseña Chile debería ser juzgada por el impacto de sus alumnos. Rivadeneira, por ejemplo, ahora trabaja en finanzas en LarraínVial, pero está involucrado en la iniciativa Comunidad, Responsabilidad, Equipo y Excelencia (CREE) que aspira a crear una red de “colegios de excelencia” en áreas pobres del país.

En el futuro Recart espera aprender de otros países que conforman la red Teach for All, tales como China e India, y hacer que el programa se diversifique más. No obstante, admite que se ha encontrado con el mismo problema que Enseña Chile está tratando de resolver: los mejores candidatos provienen de universidades donde los estudiantes tienden a provenir de esferas privilegiadas.

En cuanto al actual debate en materia de educación en Chile, Recart asevera que el enfoque está mal puesto. En lugar de discutir sobre cómo financiar el acceso, los políticos deberían estar hablando sobre la calidad, señala.

Cómo se financian los colegios, ya sea con recursos públicos o privados, no determina necesariamente la calidad de la enseñanza en sus salas de clases. “Privado o público, no hay una panacea”, afirma. Pero poner jóvenes mentes brillantes en la sala de clases es un comienzo.

Julian Dowling es editor de bUSiness CHILE

Tomás Recart never expected to be working in the education field. When he was studying engineering at the Catholic University of Chile more than a decade ago he wanted to learn by doing. But today he is Executive Director of Enseña Chile, a Santiago-based organization that recruits graduates from Chilean universities to teach for two years at schools in low-income neighborhoods.

Recart caught the education “virus” as he calls it in 2002. A 24-year old graduate student, he was working on a software program to improve attendance at schools in Puente Alto, one of the poorest areas of Santiago. “You could smell the no hope,” he says. “I started to feel a big sense of urgency in my stomach.”

He discovered that relatively minor changes could make a big difference in struggling schools like those in Puente Alto. “My sense of possibility grew even larger, there are so many things to change but every single thing has a solution.”

A few years later, further motivated by Chile’s student-led Penguin Revolution in 2006, he enrolled at the Harvard Kennedy School of Government. There he met Wendy Kopp, the founder of Teach For America (TFA), an organization that places US graduates in low-income schools.

Her vision immediately impressed him. “She said when the system is broken don’t try to solve the problem yourself, concentrate on building a bridge between the most talented people in your country and the biggest problem in your country.”

He found out from former classmates that he wasn’t the only one interested in bringing Teach For America’s model to Chile and so they met in New York to start work on a proposal.

In 2008, Recart and his colleagues founded Enseña Chile and joined the global Teach for All network launched by TFA and Teach First, which now includes 30 countries. In August that year Enseña Chile started receiving applications.

“In two months we had 326 applicants and we selected 40 of which 29 accepted,” he said. Since then the number of applicants has risen and this year Enseña Chile placed 136 teachers in 69 schools in the Araucanía, Los Ríos, Valparaiso and Santiago Metropolitan Regions. Over 20,000 students have benefitted.

Enseña Chile gets 20% of its budget from the Ministry of Education and the rest comes from individual and corporate donations, including 70% from five strategic partners – Bci, Entel, Anglo American, Empresas Copec and the non-profit education NGO Fundación Mustakis. These partners also help with strategy and give management advice, said Recart.

A third of the budget is spent on recruitment, mainly in the top six universities in the country. Engineering departments are especially targeted, he said, because the biggest lack in Chilean schools is in math, science and English.

The rigorous selection process includes essays followed by one-on-one interviews to weed out those who don’t make the cut. Only one out of ten make it past this stage.

Tomás Rivadeneira is an alumnus from the 2010-2011 cohort. After studying engineering at the Catholic University he decided to apply because he wanted to work in something where he could “make a difference”, he said. He also wanted to know firsthand about Chile’s education system.

“For me it was very valuable to share two years every day with students, many of them in a situation of vulnerability, to realize their problems and those of their teachers,” he said.

Enseña Chile’s teachers receive one month of training before stepping into the classroom and continue training on weekends during the program. “The training is good, but it is never enough for the reality that you face,” said Rivadeneira.

A criticism of Teach for America has been the lack of training compared to fulltime teachers. But Recart said that those selected in Chile already have the skills to teach and they hone those skills in the classroom. “We believe that good training has to include classroom experience.”

The pay is not a big draw. Successful candidates pocket 400,000 pesos (some US$800) a month, which is about a third of what they could earn starting out in professions like engineering. But money isn’t everything.

“They understand this is something they won’t get doing Excel spreadsheets and Powerpoints,” said Recart.

Enseña Chile also gives its teachers feedback and measures their students’ performance, which is something education faculties in Chile do not do. “Some people say anyone can teach but that’s not true,” he said.

And the demand for teachers is huge. Last year 35 schools that requested teachers didn’t get them. Priority is given to schools that have already participated and that have students from low-income families, explained Recart.

Many teachers catch the education bug. Recart says 75% of alumni continue to work fulltime in education either teaching, as social entrepreneurs or in the government. Another 12% go on to graduate school, 5% work in companies and the rest start businesses or work in NGOs not related to education.

“We don’t want them all to be teachers, we need people from all walks of life,” he said.

It is early days still, but Recart says Enseña Chile should be judged by the impact of its alumni. Rivadeneira, for example, now works in finance at LarraínVial but is involved in the Community, Responsibility, Teamwork and Excellence initiative (CREE by its Spanish initials) that aims to create a network of “schools of excellence” in poor areas of the country.

In the future Recart hopes to learn from the other countries in the Teach for All network, such as China and India, and make the program more diversified. But he admits he has run into the same problem Enseña Chile is trying to solve – the best teacher candidates are from universities where the students tend to come from privileged backgrounds.

As for the current debate about education in Chile, Recart says the focus is misplaced. Instead of discussing how to finance access, politicians should be talking about quality, he said.

How schools are financed, whether with private or public resources, does not necessarily determine the quality of teaching in their classrooms. “Private or public, there is no silver bullet here,” he said. But putting bright young minds in the classroom is a start.

Julian Dowling is Editor of bUSiness CHILE

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