No se puede dejar de recalcar la importancia del cobre en la economía chilena. El año pasado, el país exportó US$39.000 millones del metal rojo, lo que equivale al 56% de sus exportaciones. La industria minera, de la que el cobre es por lejos el producto más importante, generó casi el 20% del producto interno bruto. La industria además representa cerca de un cuarto de los ingresos fiscales a través de impuestos, regalías y ganancias obtenidas por la estatal Corporación Nacional del Cobre (Codelco).
Pese a esto, desde el comienzo del siglo pasado los chilenos se han preguntado si podían conseguir más valor a partir de las enormes reservas del metal de su país, las que equivalen a casi un tercio del total mundial.
Después de todo, el cobre -que Chile envía a través del océano Pacífico como mineral- vuelve al país en forma de bienes sofisticados tales como autos, computadores y teléfonos inteligentes. No es de extrañar que muchos tengan la sensación de que mientras Chile hace el trabajo duro de extraer el metal rojo de la tierra, otros estén explotando las propiedades que lo convierten en un recurso vital para tantos productos de alta tecnología.
No obstante, la mayor parte del cobre que el país exporta ya está refinado en metal de alta pureza listo para ser convertido en tubos, alambres y otros componentes requeridos en una serie de industrias, señala Vicente Pérez, director de estudios de la estatal Comisión Chilena del Cobre (Cochilco).
De los 5,4 millones de toneladas de cobre producidos en minas chilenas el año pasado, 2,1 millones de toneladas se convirtieron en cátodos de cobre a través de un proceso denominado extracción por solventes y electro-obtención, una tecnología pionera en Chile durante el auge minero de la década de los 90.
De los 3,3 millones de toneladas restantes, poco menos de la mitad se funde en Chile. De esto, 1,2 millones de toneladas se refinan para convertirse en cátodos, mientras que las 300.000 toneladas restantes se exportan en formas intermedias como blíster y ánodos. Pero eso aún deja 1,8 millones de toneladas en concentrados. Entonces, ¿por qué Chile no ha construido fundiciones para procesar el metal a nivel local, creando así inversión, empleo y oportunidades de negocios adicionales?
Fundir o No Fundir
Hay razones históricas y económicas por las que Chile continúa exportando un tercio de su cobre como mineral. Muchas de las grandes minas de cobre construidas en Chile en la década de los 90, tales como Candelaria, Collahuasi, Escondida y Los Pelambres, fueron financiadas por empresas japonesas que pretendían garantiza el suministro de concentrados para sus fundiciones al otro lado del Pacífico y que, por tanto, no tenían ningún interés en construir nueva capacidad en Chile.
En tanto, enormes inversiones en nuevas fundiciones en naciones asiáticas de rápido desarrollo, en particular en China, crearon un exceso de capacidad de fundición a nivel global y una relativa escasez de concentrados. Los aranceles cobrados por las compañías de fundición colapsaron, lo que convirtió a la fundición en un negocio marginal mientras que la extracción de cobre, gracias a años de altos precios, puede ser extremadamente lucrativa. Durante los primeros seis meses del 2011, el complejo de fundición y refinería Ventanas de Codelco, ubicado en la zona central de Chile, apenas alcanzó el punto de equilibrio, mientras que las minas de la compañía ganaron más de US$3.900 millones.
Más aún, la fundición es un tema ambientalmente complejo: genera enormes emisiones de contaminantes como dióxido de sulfuro y arsénico al tiempo que consume grandes cantidades de energía. En marzo pasado, Codelco se vio obligado a detener las operaciones en Ventanas luego que una nube de emisiones dejara en el hospital a los alumnos y profesores de un colegio cercano. La compañía ya está considerando adecuaciones avaluadas en US$1.000 millones para conciliar sus cuatro fundiciones con regulaciones más estrictas sobre emisiones de plantas metalúrgicas, normas que el Gobierno pretende publicar este año.
Dados los magros márgenes y los peligros ambientales, algunas empresas mineras están tratando de dejar el negocio de fundición: Xstrata anunció planes para cerrar o vender fundiciones en Australia y Canadá, si bien aún tiene que tomar una decisión sobre su fundición Altonorte, ubicada cerca de la ciudad chilena de Antofagasta.
En estas circunstancias, pocas compañías fuera de Asia -en Chile o en cualquier otra parte- planean inversiones significativas en fundiciones de cobre. Se espera que la industria minera de Chile invierta US$70.000 millones durante la próxima década, principalmente en proyectos cupríferos que impulsarán la producción a más de siete millones de toneladas para fines de la década. Sin embargo, no hay planes de expandir la capacidad de fundición aun cuando gran parte de la producción adicional corresponderá a concentrados.
De todos modos, las condiciones del mercado podrían cambiar, advierte Pérez de Cochilco. Un gran incremento en la producción chilena de concentrados podría hacer que el país se vea obligado a acatar las condiciones impuestas por las fundiciones de China, que ya representa el 40% de la demanda global de cobre. Para evitar que esto ocurra, Codelco podría invertir en una importante expansión de Ventanas a fin de manejar la producción adicional de su división Andina, que se espera triplique la producción durante la próxima década. No obstante, hasta ahora no se ha tomado ninguna decisión.
Desafíos Manufactureros
La fundición y refinación son solo dos etapas en la cadena de producción del cobre. Antes de que el cobre refinado se pueda convertir en productos de consumo, debe moldearse, cortarse y plegarse en formas acabadas y semi-acabadas, como varillas, tubos y barras empleadas en múltiples industrias.
La industria manufacturera de Chile maneja cerca de 100.000 toneladas de cobre cada año, lo que es apenas un fragmento de los 3,3 millones de toneladas del metal refinado producido por la industria minera, pero significativamente mayor que lo que uno esperaría para un país del tamaño de Chile, sostiene Pérez.
En lo que constituye un reflejo del pequeño mercado local de Chile, la industria se concentra principalmente en mercados extranjeros. Madeco, la mayor firma manufacturera de cobre de Chile, exporta hasta un 70% de las 2.000 toneladas de cobre que procesa cada mes, no solo a las naciones vecinas de Perú y Argentina, sino que también a lugares lejanos como América del Norte y Europa, indica su gerente comercial, Juan Enrique Aguirre.
Ayuda que la marca Madeco sea bien reconocida en estos mercados. En el 2008, la firma vendió su división de alambres y cables a la gigante Nexans a cambio de acciones y hoy en día es el mayor accionista de la empresa francesa.
Sin embargo, los fabricantes de cobre de Chile enfrentan las mismas dificultades que el resto de la base fabril del país: solidez del peso, salarios relativamente altos y crecientes precios de la energía. Madeco quisiera producir las 24 horas del día, pero los precios de la energía en horario punta hacen que estos sea prohibitivamente caro, mientras que los trabajadores metalúrgicos de Chile están entre los mejores pagados del continente.
La industria tampoco se beneficia por estar en la entrada de las mayores minas de cobre del mundo, indica Aguirre. Madeco es controlada por la familia Luksic, que también posee Antofagasta Minerals, pero la empresa es tratada como cualquier otra manufacturera, comenta.
De hecho, en lugar de beneficiarse por los altos precios del cobre, Madeco está viendo mermada la demanda al tiempo que los consumidores se cambian a alternativas más baratas como el plástico y el aluminio. La Asociación Internacional del Cobre (ICA, por su sigla en inglés), la rama de marketing de la industria mundial del metal, estima que los altos precios del cobre han reducido la demanda por el metal en hasta un 8% en los últimos años.
En tanto, la apreciación del peso hizo que la producción de Madeco fuera menos competitiva en el extranjero. En diciembre pasado, la compañía anunció el cierre de su línea de láminas de cobre para concentrarse en mercados de mayores volúmenes como los de tubos y barras.
“El alza de los precios del cobre ha afectado nuestro negocio”, admite Aguirre.
Propiedades Antibacteriales
Pese a las limitaciones que enfrentan las operaciones basadas en la refinación y distribución de cobre, varias empresas en Chile están buscando oportunidades relacionadas con nuevas aplicaciones usando algunas de las propiedades menos conocidas del metal.
Un importante actor es Codelco, el principal productor de cobre del mundo, a través de su filial INCuBA. El objetivo, según Víctor Pérez, subgerente de desarrollo de mercado de Codelco y gerente general de INCuBA, no es solo incrementar la demanda de cobre, sino que producir productos de valor agregado y mejorar la imagen de la industria a través de la asociación con sectores como la agricultura y la salud.
“Queremos identificar y consolidar modelos de negocios en Chile y luego exportarlos al mundo”, explica el ejecutivo.
Uno de las áreas de desarrollo más apasionantes es la del cuidado de la salud. Si bien las propiedades para la salud del cobre han sido conocidas desde hace miles de años -en el Antiguo Egipto el metal se empleaba para purificar agua– esta propiedad en su mayoría ha sido olvidada. Nueva investigación científica ha puesto de manifiesto cuán efectivo es el metal en la eliminación de bacterias dañinas.
Si bien las bacterias pueden sobrevivir en el acero inoxidable o en el plástico por horas, colocadas sobre una superficie de cobre mueren en minutos. Las pruebas muestran que el 99,9% de las bacterias mueren en un lapso de dos horas tras haber entrado en contacto con el metal, aún si este está corroído. Los científicos creen que la alta conductividad del cobre provoca un cortocircuito en la delgada membrana exterior de los microbios.
Un importante avance se produjo en el 2008 cuando, tras meses de intensas pruebas, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos registró 275 aleaciones de cobre como productos antibacteriales.
Las posibilidades y beneficios son enormes, señala el doctor Michael Schmidt, profesor de microbiología de la Medical University of South Carolina quien ha realizados pruebas financiadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Las infecciones que contraen pacientes hospitalizados constituyen una creciente carga para los sistemas de salud alrededor del mundo. Solamente en Estados Unidos, cada año muere más gente por infecciones intrahospitalarias que por Sida o cáncer de mama. Aun si la infección no es fatal, podría significar meses de gastos más altos en hospitales con enormes costos para el sistema.
Pero las pruebas han mostrado que reemplazar superficies que se tocan frecuentemente en unidades de cuidado intensivo como las barras de las camas, los porta sueros y las mesas para cama por aleaciones de cobre reduce la tasa de infección en casi un 50%. El desafío ahora es convencer a la industria del cuidado de la salud y a los fabricantes de cobre: la mayor parte de los artículos usados en las pruebas tuvieron que ser fabricados a mano por artesanos.
“Tenemos los datos y estamos rogando a los proveedores para que comiencen a pensar en cómo hacerlo”, afirma Schmidt, quien ha hecho presentaciones en varias conferencias de la industria sobre sus hallazgos. “Quienquiera que llegue primero al mercado estará muy bien posicionado”, añade.
El reciente proyecto para reformar el sistema de salud presentado por el presidente Barack Obama debería ayudar a que corra la bola: incluye una cláusula que entrega incentivos para los hospitales en Estados Unidos que reduzcan las tasas de infecciones intrahospitalarias.
Y una vez que el cobre sea asociado con la limpieza clínica, pronto podría verse en una amplia variedad de lugares donde los contagios pueden propagarse, los que incluyen escuelas, gimnasios, sistemas de transporte público y lugares de trabajo. La Asociación Internacional del Cobre incluso creó una marca registrada para el cobre antibacterial, Cu+, que espera que pronto se vea en una enorme cantidad de productos.
Brillantes superficies de cobre se encuentras en todas partes de las oficinas centrales de Codelco en el centro de Santiago, en las manillas de las puertas, en la mesa de la recepción y en los paneles de los ascensores. La compañía también trabajó con el Metro, el tren subterráneo de Santiago, para instalar 350 metros de pasamanos de cobre en toda su nueva estación Santiago Bueras. El Metro se ha comprometido a usar cobre en todas las estaciones de sus dos nuevas líneas.
En un Calcetín
Las redescubiertas propiedades del cobre también están creando aplicaciones para la industria del vestuario. Este año, el mayor fabricante de calcetines de Chile, Monarch, lanzó su marca de calcetines SaniCopper, la que tiene tejido de cobre en sus fibras.
Tras descubrir una manera de tejer hebras con cobre en la resistente tela que se necesita para el calzado, los calcetines pasaron una dura prueba cuando la compañía les entregó pares a los mineros atrapados bajo tierra durante el rescate en la mina San José el año pasado. Varios de los hombres padecían infecciones a la piel producto del calor, la humedad y las condiciones de suciedad, las que las propiedades antibacteriales de los calcetines ayudaron a sanar.
“Los mineros pudieron probar que los calcetines realmente funcionaban”, afirma Paz Macera, product manager de Monarch.
Ese tipo de publicidad global ayudó a generar conciencia sobre el nuevo producto, que Monarch vende en todas sus tiendas y en las cadenas de tiendas por departamento de norte a sur de Chile.
“La demanda ha superado la expectativas, ha tenido un muy buen desempeño”, señala el presidente de Monarch, Aldo Magnasco. La empresa recientemente lanzó calcetines con cobre para mujeres y niños.
Monarch también ha apuntado a las exportaciones, pero las dificultades en obtener la certificación y licencias en otros países han mantenido este proyecto en compás de espera por ahora. “Hemos recibido innumerables llamados del extranjero, pero no es fácil”, admite Magnasco.
Salud Animal
Los beneficios para la salud del cobre no se limitan a los humanos. Por ejemplo, una serie de herraduras fabricadas a partir de una aleación de cobre no solo ayudan a mantener las pezuñas de los animales libre de hongos y otras infecciones, sino que también pueden absorber mejor el impacto del galope que las herraduras de hierro.
Comercializadas bajo la marca Kawell (que en mapuche quiere decir caballo), las herraduras han sido usadas en carreras de caballos, caballos de polo y por el equipo chileno de salto en los recientes Juegos Panamericanos en Guadalajara, México.
Una aplicación aún más prometedora se está utilizando en la acuicultura. Las jaulas hechas a partir de cobre, en lugar de con el nylon tradicional, son más durables y totalmente reciclables al tiempo que las propiedades antibacteriales del cobre impiden la formación de colonias en la malla. Los peces disfrutan de un agua más limpia y mejor oxigenada, y sufren menos por parásitos y otras enfermedades.
Una jaula de cobre cuesta considerablemente más que su equivalente de nylon, pero los peces crecen más rápido y más, lo que incrementa la producción, explica Víctor Pérez de Codelco.
EcoSea, firma establecida con el respaldo de Codelco y que tiene sede en la ciudad de Puerto Montt, el centro de la industria salmonicultora de Chile, ya ha instalado 68 de sus sistemas de jaula en Chile y espera llegar a las 400 en un lapso de cuatro años. La empresa también ha comenzado a exportar a China, Turquía, Escocia y Hawaii.
De acuerdo con las proyecciones de EcoSea, las oportunidades son considerables: solo China tiene más de un millón de jaulas. Además de mejorar la eficiencia de los actuales cultivos, las jaulas de cobre también podrían abrir nuevas oportunidades para la industria.
Los sistemas de EcoSea, que son suficientemente fuertes para resistir ataques de depredadores marinos y sólo requieren mantenimiento periódico, pueden instalarse costa afuera y ser controlados a distancia, lo que reduce el impacto ambiental de la industria y le permite experimentar con nuevas especies.
Tales aplicaciones quizás nunca alcancen la escala de la gigante industria minera de Chile, pero nuevos usos para el cobre deberían ayudar a que los chilenos y el mundo aprecien más las propiedades del metal rojo.
Tom Azzopardi trabaja como periodista freelance en Santiago
The importance of copper in the Chilean economy is hard to overemphasize. Last year, the country exported US$39 billion worth of the red metal, the equivalent to 56% of its exports. The mining industry, for which copper is by far the most important product, generated almost 20% of gross domestic product. The industry also accounts for about a quarter of public revenues through taxes, royalties and profits earned by state mining company Codelco.
Despite this, since the beginning of the last century Chileans have wondered whether they could extract more value from their country’s huge reserves of the metal, equivalent to around a third of the global total.
After all, copper, which Chile sends across the Pacific Ocean as ore, comes back in the shape of sophisticated goods such as cars, computers and smartphones. No wonder many have the feeling that while Chile does the hard work of getting copper out of the ground, others are exploiting the properties which make it a vital resource for so many high-tech products.
Yet most of the copper the country exports is already refined into high purity metal ready to be manufactured into tubes, wires and other components required by a range industries, says Vicente Pérez, head of research at the Chilean Copper Commission (Cochilco).
Out of 5.4 million tons of copper produced by Chilean mines last year, 2.1 million tons was turned into copper cathodes through a process called solvent extraction and electrowinning, a technology pioneered in Chile during the 1990s mining boom.
Of the remaining 3.3 million tons, just under half is smelted in Chile. Of this, 1.2 million tons is refined into cathodes while the remaining 300,000 tons is exported in intermediate forms like blister and anode. But that still leaves 1.8 million tons exported in the form of concentrates. So why doesn’t Chile build smelters to process the metal domestically, thus creating additional investment, jobs and business opportunities?
To smelt or not to smelt
There are historic and economic reasons why Chile continues to export a third of its copper as ore. Many of the large copper mines built in Chile in the 1990s, such as Candelaria, Collahuasi, Escondida and Los Pelambres, were financed by Japanese companies looking for a guaranteed supply of concentrates for their smelters on the other side of the Pacific and thus had no interest in building new capacity in Chile.
Meanwhile, huge investment in new smelters in rapidly developing Asian nations, particularly China, has created an excess of smelting capacity globally and a relative dearth of concentrate. The tariffs charged by smelting companies have collapsed, making smelting a marginal business while mining copper, thanks to years of high prices, can be extremely lucrative. During the first six months of 2011, Codelco’s Ventanas smelting and refining complex in central Chile barely broke even while the company’s mines earned it more than US$3.9 billion.
Moreover, smelting is an environmentally tricky affair, creating huge emissions of pollutants like sulfur dioxide and arsenic while consuming large amounts of energy. Last March, Codelco was forced to halt operations at its Ventanas site after a cloud of emissions left teachers and pupils from a nearby school in hospital. The company is already considering refits worth US$1 billion to bring its four smelters into line with tighter regulations on emissions from metallurgical plants, which the government plans to publish later this year.
Given the meager margins and environmental hazards, some mining companies are looking to exit smelting: Xstrata has announced plans to close or sell smelters in Australia and Canada, although it has yet to make a decision on its Altonorte smelter near Antofagasta.
In these circumstances, few companies outside Asia, in Chile or anywhere else, are planning significant investments in copper smelting. Chile’s mining industry is expected to invest US$70 billion over the next decade, largely in copper projects that will lift production to over seven million tons by the end of the decade. But there are no plans to expand smelting capacity even though much of the additional output will be in the form of concentrates.
Still, market conditions could change, warns Cochilco’s Pérez. A large increase in Chilean production of concentrates could make the country beholden to terms dictated by smelters in China, which already accounts for 40% of global copper demand. To avoid that happening, Codelco may invest in a major expansion of Ventanas to handle additional output from its Andina division which is expected to triple production over the next decade. But so far no decision has been taken.
Manufacturing challenges
Smelting and refining are just two stages in the copper production chain. Before refined copper can be turned into consumer products, it must be molded, cut and bent into fabricated and semi-fabricated shapes, like the rods, tubes and bars used by many industries.
Chile’s manufacturing industry handles around 100,000 tons of copper each year, which is just a sliver of the 3.3 million tons of refined metal produced by the mining industry but significantly more than one would expect for a country of Chile’s size, says Pérez.
Reflecting Chile’s small domestic market, the industry is largely focused on overseas markets. Madeco, Chile’s largest copper manufacturer, exports up to 70% of the 2,000 tons of copper it processes each month, not just to neighboring Peru and Argentina but as far afield as North America and Europe, says commercial manager Juan Enrique Aguirre.
It helps that the Madeco brand is well-known in these markets. In 2008, it sold its wires and cables division to cables giant Nexans in exchange for shares and is today the French company’s largest shareholder.
But Chile’s copper manufacturers face the same difficulties as the rest of the country’s manufacturing base: a strong peso, relatively high wages and soaring energy prices. Madeco would like to produce around the clock but peak energy prices make this prohibitively expensive while Chile’s metalworkers are amongst the best paid on the continent.
Nor does the industry derive any benefit from being on the doorstep of some of the world’s largest copper mines, says Aguirre. Madeco is controlled by the Luksic family, which also owns Antofagasta Minerals, but the company is treated as any other manufacturer, he says.
In fact, rather than benefitting from high copper prices, Madeco is seeing demand undermined as consumers switch to cheaper alternatives such as plastic and aluminum. The International Copper Association, the marketing arm of the global copper industry, estimates that high prices have reduced demand for the metal by as much as 8% in recent years.
Meanwhile, the appreciation of the peso has made Madeco’s output less competitive abroad. Last December, the company announced the closure of its copper sheet line to concentrate on larger volume markets like tubes and bars.
“The rise in the copper price has harmed our business,” admits Aguirre.
Antimicrobial properties
Despite the limitations facing downstream copper-based businesses, several companies in Chile are pursuing opportunities related to new applications using some of the metal’s lesser known properties.
A main player is Codelco, the world’s largest copper producer, through its subsidiary INCuBA. The aim, according to Víctor Pérez, Codelco’s vice-president for market development and the general manager of INCuBA, is not only to increase demand for copper but to produce value-added products and improve the industry’s image through association with sectors like agriculture and health.
“We want to identify and consolidate business models in Chile and then export them to the world,” explains the executive.
One of the most exciting areas of development is in healthcare. Although copper’s health properties have been known for millennia - the Ancient Egyptians used the metal to purify water – this property has been mostly forgotten. New scientific research has highlighted just how effective the metal is in eliminating harmful bacteria.
While bacteria can survive on stainless steel or plastic for hours, placed on a copper surface they die off within minutes. Tests show 99.9% of bacteria die within two hours of coming into contact with the metal, even if it is tarnished. Scientists believe that copper’s high conductivity short-circuits the thin-skinned microbes’ outer membrane.
A major breakthrough came in 2008 when, after months of intensive testing, the US Environmental Protection Agency registered 275 copper alloys as antimicrobial products.
The possibilities and benefits are enormous, says Dr. Michael Schmidt, a professor of microbiology at the Medical University of South Carolina who has conducted trials funded by the US Department of Defense.
Infections acquired by hospitalized patients are an increasing burden on healthcare systems around the world. In the United States alone, more people die from hospital-acquired infections each year than from AIDS and breast cancer. Even if the infection is not fatal, it could mean months longer spent in hospital with huge costs for the system.
But the trials have shown that replacing frequently-touched surfaces in intensive care units such as bedrails, intravenous drip poles and overbed tables with copper alloys can cut the rate of infection by almost 50%. The challenge now is to convince the healthcare industry and copper manufacturers: most items used in the trials had to be handmade by craftsmen.
“We’ve got the data and are begging vendors to start thinking about how to do this,” says Schmidt who has spoken at numerous industry conferences about his findings. “Whoever gets to market first will be very well-positioned,” he adds.
President Barack Obama’s recent healthcare reform bill should help get the ball rolling: it includes a clause providing incentives for US hospitals which reduce rates of intra-hospital infection.
And once copper becomes associated with clinical cleanliness, it could soon be seen in a wide variety of locations where contagions can spread, including schools, gyms, public transport systems and workplaces. The International Copper Association has even created a trademark for antimicrobial copper, Cu+, which it hopes will soon be seen on a huge number of products.
Gleaming copper surfaces are found all over Codelco’s head offices in downtown Santiago, on door handles, the reception desk and elevator panels. The company has also worked with Santiago’s Metro underground rail to install 350 meters of copper handrails throughout its new Santiago Bueras station. The Metro has committed to using copper throughout stations on its two new lines.
Put it in a sock
Copper’s rediscovered properties are also creating applications for the clothing industry. Earlier this year, Chile’s largest sock manufacturer, Monarch, launched its own SaniCopper brand of socks which has copper woven into its fibres.
After finding a way to weave copper-bearing thread into the hard-wearing textile needed for footwear, the socks underwent gruelling testing when the company provided pairs to the miners trapped underground during last year’s San José mine rescue. Several of the men were suffering from skin infections as a result of the hot, damp and dirty conditions which the socks’ antimicrobial properties helped to clear up.
“The miners were able to test that the socks really worked,” says Monarch’s products manager, Paz Macera.
That kind of global publicity helped to raise awareness about the new product, which Monarch sells through its own outlets and department stores up and down in Chile.
“Demand has exceeded expectations, it’s done very well,” says Monarch’s president, Aldo Magnasco. The company recently launched women’s and children’s socks containing copper.
Monarch has also looked at exports but difficulties in obtaining certification and licenses in other countries have kept this project on hold for now. “We have received countless calls from abroad but it’s not easy,” admits Magnasco.
Animal health
Copper’s health benefits are not limited to humans. For example, a range of horseshoes made from a copper alloy not only helps to keep the animals hooves free of fungi and other infections but they are also able to better absorb the impact of galloping than traditional iron horseshoes.
Marketed under the Kawell brand (from the indigenous Mapuche word for horse), the horseshoes have been used by racehorses, polo ponies and Chile’s show-jumping team at the recent Pan-American Games in Guadalajara, Mexico.
An even more promising application is in fish-farming. Cages made from copper, rather than traditional nylon, are more durable and fully recyclable while copper’s antimicrobial properties prevents the build-up of fowling on the mesh. The fish enjoy cleaner, better oxygenated water and suffer less from parasites and other diseases.
A copper cage costs considerably more than its nylon equivalent, but the fish grow faster and larger, which increases the harvest, explains Codelco’s Víctor Pérez.
EcoSea, a firm set up with Codelco’s support and based in Puerto Montt city, the heart of Chile’s salmon-farming industry, has already installed 68 of its cage systems in Chile and hopes to reach 400 within four years. The company has also begun exporting to China, Turkey, Scotland and Hawaii.
According to EcoSea’s projections, the opportunities are considerable: China alone has more than one million cages. As well as improving the efficiency of existing farms, copper cages could also open up new opportunities for the industry.
Strong enough to resist attacks from marine predators and requiring only periodic maintenance, EcoSea’s systems could be installed offshore and controlled remotely, reducing the industry’s environmental impact and allowing it to experiment with new species.
Such applications may never match the scale of Chile’s gigantic mining industry, but new uses for copper should help Chileans and the world have a greater appreciation for the properties of the red metal.
Tom Azzopardi is a freelance journalist based in Santiago