Como todos sabemos, no hay absolutamente nada divertido sobre un terremoto o un maremoto; son peligrosos y mortales, algo de lo que desafortunadamente fuimos testigos hace tan poco.
A pesar de todo, hay un lado humorístico para la mayoría de las situaciones, incluso las trágicas. Sobreviví para contarlo, pero mi historia pudo haber terminado de una manera muy distinta...
La noche del 26 de febrero había sido larga y las festividades ampliamente disfrutadas. No obstante, cerca de las 3:25 a.m. de la mañana siguiente algo que habíamos comido me había caído mal y tuve que ir al baño. Estaba sentado cómodamente sobre el trono de porcelana, bien ocupado de mis cosas, cuando todo comenzó a moverse lo que fue seguido por un corte de luz. Mi apremio se había vuelto extremadamente precario. Bien, estamos hablando del piso 21 de un edificio de departamentos por el que nunca vi ningún papel asegurándome que los constructores garantizaban el bamboleo, pero no el colapso durante un temblor fuerte o incluso un terremoto.
Para empeorar las cosas estaba completamente desnudo. Y más encima la cañería de agua explotó. Entonces, ahí estaba sentado, aterrorizado en la oscuridad, desnudo, empapado, sintiéndome podrido por dentro y ahora por fuera, cuando de repente a la taza del toilette de porcelana se le soltaron los pernos y nos deslizamos hacia la ventana y luego de vuelta hacia la tina. Grité. Cobardemente, lo sé, pero el grito me salió de bien adentro y me hizo sentir tanto, pero tanto mejor; por un muy breve segundo.
Me considero un “hombre de acción”, pero en este apremio mi activo cerebro se congeló y simplemente no pude reaccionar. Me aferré al asiento de porcelana como si mi vida dependiera de ello (¡creo que así fue!) mientras nos movíamos rápidamente de la ventana a la bañera y de vuelta con el agua esparciéndose por todos lados. Traté de agarrar la toalla cuando pasamos rápido por el riel, pero fallé en los primeros dos intentos. Finalmente lo logré y agarré una toalla que luego mantuve firmemente entre mis dientes. La toalla al menos logró parar mis patéticos gritos.
Todo eso pasó entre las 3:34 a.m. y las 3:35 a.m. ¡Apenas en un minuto! Pareció haber una pequeña pausa y luego el bamboleo continuó. Por alguna razón de la que no estoy seguro, mi subconsciente decidió que estaría más seguro en la tina y entonces en uno de los vaivenes que me alejaban de la ventana abandoné la porcelana por la bañera, agarrándome de su borde con la toalla aún en la boca.
En todo ese tiempo ni siquiera había pensado en la Sra. Eneldo ni tampoco la había oído, pero eso no me pareció importante justo en ese minuto. Finalmente el bamboleo del edificio disminuyó y mi sentido común volvió; por etapas. Grité por el amor de mi vida, en parte por una genuina preocupación por ella y en parte porque esperaba que ella viniera a mi rescate. Y lo hizo, ¡benditos sean sus calcetines de algodón!
Apareció en el pasillo, con una linterna en la mano y dijo: “¿Qué diablos crees que estás haciendo?”
Debería añadir que el bamboleo ya se había detenido completamente y todo lo que ella podía ver era una figura patética, desnuda sentada de costado en la tina, empapada y con una toalla sujetada con fuerza entre los dientes que rechinaban.
Me saqué la toalla y respondí: “Por Dios Santo, hubo un terremoto o algo muy parecido a uno”.
“Te ves bien ridículo”, subrayó innecesariamente, “¿por qué hay agua en todas partes y por qué no vuelves a la cama?”
“¡HUBO UN TERREMOTO!”, bramé.
“¿En serio? Pensé que era un poco temprano para que te estuvieras duchando...”. Hay que decir que la Sra. Eneldo duerme extremadamente bien...
Nuestro edificio no había colapsado y convencí a la Sra. E de que el daño en el baño no tenía nada que ver con el actuar de un desquiciado y así nos juntamos con nuestros vecinos en el pasillo del piso. Aún mojado, pero ahora envuelto en una toalla, escuchamos mientras la gente contaba sus historias en medio de los destellos caminantes de las linternas. Ahora tenía puesta mi linterna de cabeza y estaba comenzando a sentir el regreso a mi propio cuerpo, mente y usual y entera compostura. Sin embargo, cuando me preguntaron cómo había sido para mí, mentí: “Oh, la Sra. E y yo estábamos profundamente dormidos, casi no sentimos nada. ¿Fue fuerte?”. Bostecé y dije casualmente que me iba a ir a acostar dado que no parecía tener mucho sentido perder tiempo de sueño por un pequeño temblor y caminé a zancadas de vuelta al departamento, con una estupefacta Sra. E pocos pasos atrás. Luego entré rápidamente al baño de visitas donde ¡¡¡me indispuse violentamente!!!
Patéticamente y viviendo en negación, se despide
Santiago Eneldo
(Abusos y otros comentarios apropiados a [email protected])
As we all know, there is absolutely nothing funny about an earthquake or a tsunami; they are dangerous and deadly – as we have unfortunately witnessed so very recently.
All the same, there is a humorous side to most situations – even tragic ones. I survived to tell the tale, but my story could have ended very differently....
The evening of February 26th had been long and the festivities much enjoyed. However, at about 3:25am the next morning something we had eaten was not sitting well with me and I went to the bathroom. I was sat comfortably upon the porcelain throne, very much minding my own business, when everything started to shake followed by the lights going out. My predicament had become extremely precarious. Now, we are talking the 21st floor of an apartment building for which I had never seen any piece of paper assuring me the builders guaranteed swaying but no collapse during a severe tremor or even a quake.
To make matters worse I was entirely naked. And then the water pipe burst. So, there I am sitting terrified in the dark, naked, soaking wet, feeling rotten inside and now outside, when suddenly the porcelain toilet bowl comes off its bolts and we slid together towards the window and then back towards the bathtub. I screamed. Cowardly, I know, but it came from deep within and made me feel oh so much better – for one very short second.
I believe myself to be a “man of action” but in this predicament my lively brain froze on me and I simply couldn’t react. I clung to the porcelain seat as if my life depended on it (I believed it did!) as we moved rapidly from window to bathtub and back again with water spraying all around. I made a grab for the towel as we sped past the rail but failed on the first two attempts. Finally I succeeded and grasped a towel which I then held firmly between my teeth. The towel did at least stop my pathetic screaming.
All this took place between 3:34am and 3:35am. Just one minute! There seemed to be a brief pause and then the swaying continued. For some reason of which I am not sure, my subconscious decided I would be safer in the bathtub and so on one of the swings away from the window I abandoned the porcelain for the tub, clinging to its side with the towel still in mouth.
In all this time I had not given a thought for Mrs. Eneldo nor had I heard her, but this did not seem important to me just then. Finally the swaying of the building slowed and my common sense returned – in stages. I shouted out for the love of my life, partly out of genuine concern for her and partly because I hoped she would come to my rescue. And she did come, bless her cotton socks!
She appeared in the doorway, flashlight in hand and said: “What the heck do you think you are doing?”
I should point out that the swaying had now stopped completely and all she could see was a pathetic, naked figure sitting sideways in the bathtub, dripping wet and with a towel clutched between gnashing teeth.
I removed the towel and replied: “For goodness sake, there has been an earthquake, or something very like one.”
“You do look quite ridiculous,” she pointed out unnecessarily, “why is there water everywhere and why don’t you come back to bed?”
“THERE’S BEEN A QUAKE!” I bellowed.
“Really? I thought it was a bit early for you to be having a shower....” It should be pointed out that Mrs. Eneldo does sleep extremely well...
Our building had not collapsed and I convinced Mrs. E that the damage to the bathroom was not the doings of a madman and so we joined our neighbours in the hallway. Still soaked, but with the towel now wrapped around me, we listened as people told their stories amidst the wandering beams of flashlights. I now had my headlamp on and was beginning to feel my way back into my own body, mind and usual upright bearing. However, when asked for my story I lied: “Oh, Mrs. E and I were fast asleep, hardly felt a thing. Was it a big one?” I yawned and said casually that I thought I would go back to bed as there didn’t seem much point in wasting sleep over a little tremor and strode boldly back into the apartment, with a bemused Mrs E close behind. Then I dashed for the visitor’s bathroom where I was violently ill!
Pathetically yours and living in denial,
Santiago Eneldo
(Abuse and other appropriate comments to [email protected])